URUGUAY: DE LA CRISIS DEL 29 AL NEOBATLLISMO
LA CRISIS DE 1929 EN URUGUAY
LA SITUACION INTERNACIONAL
LA DEPRESIÓN SE EXTIENDE POR EL MUNDO
Dos
hechos marcaron la situación internacional en los años 30: la extensión
por el mundo de la crisis iniciada en EEUU en 1929 y la creación de
gobiernos autoritarios
Como
consecuencias de la crisis decayó el comercio internacional y se
devaluaron las monedas. La industria se redujo en Europa más que durante
la Primera Guerra Mundial. Se arruinaron millones de pequeños
comerciantes e industriales, granjeros, campesinos y accionistas.
Los
países latinoamericanos, que basaban sus economías en las exportaciones
a Europa y EEUU sufrieron rápidamente los efectos de la crisis: los
países europeos y EEUU pusieron barreras proteccionistas y disminuyeron
las exportaciones latinoamericanas, cayeron
los precios de las materias primas que exportaban, no hubo inversiones
de dinero procedentes de Europa o EEUU, faltó dinero para adquirir
maquinaria y combustibles para la naciente industria. Los países
desarrollados “exportaron” la crisis hacia los menos desarrollados que
no podían imponer precios ni decidir condiciones para el comercio.
Por
otra parte el tradicional comprador de América Latina, el Imperio
Británico, había perdido su hegemonía y sus compras eran cada vez
menores, mientras disminuían o desaparecían sus inversiones en
ferrocarriles, teléfonos, etc. Su lugar estaba siendo ocupado por EEUU,
incluso en países de tradicional influencia inglesa como Argentina,
Brasil, Chile y Uruguay. Pero las relaciones comerciales con EEUU iban a
ser más duras que con Inglaterra. EEUU impuso cuotas y limitaciones
para algunas de sus importaciones desde países latinoamericanos,
sobretodo aquellas que competían con la producción norteamericana. Por
ejemplo, en 1926 EEUU prohibió la importación de carne contaminada de
aftosa, lo que le sirvió de excusa para impedir el ingreso de carne
refrigerada de Argentina y Uruguay.
Como
EEUU fue el primero y el más afectado por la crisis de 1929, América
latina sufrió el impacto económico y social. En muchos países de América
Latina el estado intervino: se establecieron controles de cambios de
moneda, se devaluó la moneda y se restringieron las importaciones. Se
hizo necesario aumentar la acumulación de capital internamente (ya que
no se podía obtener por las exportaciones) y
para eso se explotó más la fuerza de trabajo: el desempleo generó un
sobrante de mano de obra y los salarios cayeron. Para controlar a los
trabajadores fue necesario desactivar los sindicatos y recurrir al
patriotismo o la represión, por eso no debe extrañar la formación de
gobiernos autoritarios y dictaduras.
LAS TENDENCIAS AUTORITARIAS
Mussolini y Hitler: los gobiernos autoritarios se imponían en Europa |
Además
de su trasfondo filosófico antidemocrático, estas tendencias tenían
también una clara intencionalidad política: frenar el avance del
comunismo y eliminar las actividades sindicales de la post-guerra. Las
asustadas burguesías (que habían contemplado estupefactas el triunfo de
la revolución leninista en Rusia en 1917) apoyaron a estos movimientos
como tabla de salvación ante las huelgas, las revueltas campesinas y el
temor a las revoluciones. El primer exponente de estas tendencias fue el
fascismo italiano dirigido por Benito Mussolini, luego imitado en el
resto de Europa por movimientos como el falangismo español, el
corporativismo portugués y el nazismo alemán, entre otros.
La
crisis del 29 con sus consecuencias económico-sociales favoreció estas
tendencias autoritarias. Los sectores desempleados, las clases medias
temerosas de proletarizarse y los sectores nacionalistas necesitados de
restaurar el orgullo nacional, vieron en los “gobiernos de mano dura” y
los “hombres imprescindibles” la salida a la crisis.
Pero
no sólo en Europa se dieron estas tendencias. En América Latina, donde
ya existía una tradición de dictaduras y de “presidentes fuertes”, y
abundaban las dictaduras personales, algunos líderes políticos se vieron
tentados de imitar el exitoso autoritarismo que se daba en Europa.
Tampoco faltaban los motivos políticos: imponer a la fuerza un sistema
económico y social.
LA CRISIS EN URUGUAY
CONSECUENCIAS DE LA CRISIS
Disminución de las exportaciones.-
La producción uruguaya tenía una característica positiva: exportaba
productos necesarios para la alimentación (carne) y para la vestimenta
(lana, cueros), por lo tanto eran imprescindibles y le permitió a
Uruguay no depender de un sólo mercado. Pero a pesar de esto igual no
decidía sobre sus exportaciones (ni la cantidad ni el precio), porque su
peso en el mercado era escaso dada el poco volumen de producción. Las
exportaciones uruguayas se vieron afectadas por la crisis: entre 1929 y
1932 los precios de la carne y la lana bajaron en un 55%.
El
tradicional comprador de la carne uruguaya, Inglaterra, firmó en 1932
los Convenios de Ottawa con sus ex-colonias, dándoles preferencias en la
compra de productos. Se trataba de la política proteccionista
establecida después de la crisis. Entre esas ex-colonias se encontraban
Australia, Nueva Zelandia y Canada, que también producían carnes y lana.
Esto perjudicó las exportaciones uruguayas.
Descenso de las importaciones.-
Las importaciones descendieron, afectando a las industrias que
necesitaban maquinaria y combustibles. La importación de máquinas y
carbón cayó un 15%, mientras las importaciones de fuel oil bajaron un 35%.
Devaluación de la moneda.-
El peso uruguayo se devaluó frente a la libra inglesa y el dolar
norteamericano. En 1933 la devaluación del peso frente al dolar superaba
el 100% comparado con el valor de 1928.
Desocupación.-
El censo de industrias que se hizo en 1930 registró 94000 trabajadores
industriales, estimándose en 30000 el número de desocupados. En 1933 el
número de desocupados se estimaba en 40000, casi la mitad de los
trabajadores industriales. Quienes conservaron su empleo no se
encontraban a salvo de la crisis porque los salarios bajaron mientras el
costo de vida aumentó. Según un informe de la Oficina Nacional de
Trabajo de 1930, un tercio de los trabajadores ganaba menos de lo
necesario para la subsistencia.
Además esta desocupación provocada por la crisis se sumaba a la desocupación que ya se venía dando por otras razones:
a)
la renovación tecnológica, como la aplicación del taylorismo en los
frigoríficos, que había reducido en un 25% el número de obreros, o el
uso de cosechadoras en la agricultura (cada cosechadora sustituía el
trabajo de 10 hombres).
b)
la sobre-oferta de mano de obra por la migración del campo a la ciudad
que afectaba a los trabajadores menos preparados como la estiba en el
puerto.
Caída de los salarios.-
La sustitución del trabajo masculino por el de mujeres y niños a los
que se les pagaba menos salario fue una de las soluciones adoptadas por
las empresas privadas para mantener la ganancia de sus capitales. El
diputado socialista Troitiño informaba en la Cámara que “a las mujeres
se les paga generalmente la mitad del jornal que se paga al hombre, y a
los niños se les paga menos todavía, y, a la vez, se obliga a la mujer y
al niño a rendir la misma producción que antes hacía el hombre”. En
1932 el diputado batllista Grauert denunció que el frigorífico “Artigas”
de la empresa norteamericana Armour, había despedido hombres a los que
se pagaba $2,80 por día, para tomar mujeres a las que pagaba $1,20.
La
Oficina Nacional de Trabajo, un organismo del gobierno, reconoció a
comienzos de 1932 que “la profunda depresión sufrida por la industria y
el comercio, dio motivo, en muchos casos a supresiones de personal,
aumentando por tal causa las infracciones de las leyes y reglamentos
concernientes al trabajo, pues, muchos patrones, empresarios, buscaron
por dicho modo reducir sus presupuestos en materia de salarios”.
El
desempleo y la caída del salario redujo el consumo interno: el consumo
de carne bajó un 18% y el consumo de electricidad descendió 13%.
LAS DISTINTAS VISIONES DE LA CRISIS Y COMO SALIR DE ELLA
Cuando
en 1931 el impacto de la crisis hizo imposible ignorarla, hasta para
aquellos que seguían considerando al Uruguay como una paraíso, se inició
una dura polémica entre los diversos sectores políticos, sociales y
económicos. No se trató solamente de una discusión sobre las causas de
la crisis y que soluciones dar, sino que fue un enfrentamiento
ideológico sobre las diversas concepciones o modelos de país que había.
La crisis motivó a hacer un balance de las últimas décadas, analizar los
resultados del “modelo batllista” y, cuestionarlo o profundizarlo,
según la visión y el sector al que se pertenecía.
La visión conservadora.-
Los sectores conservadores se expresaban a través de los gremios de
hacendados, la Asociación y la Federación Rural, los colorados
riveristas (sector de Manini Ríos opuesto al batllismo) y el herrerismo.
Si bien reconocían las causas externas de la crisis, hacían hincapié en
los factores internos, responsabilizando a la política reformista del
batllismo del deterioro económico. Como lo venían haciendo desde hacía
varios años rechazaban la legislación laboral, el estatismo y el
proteccionismo que el estado quería brindarle a las industrias.
Reclamaban un “alto” en las reformas, menos gastos estatales, detener
las obras públicas e incluso reducir los salarios.
La
Federación Rural lideró los reclamos del sector conservador. En mayo de
1931 emitió una extensa declaración pública dirigido a los “hombres del
gobierno”, donde expresaba entre otras cosas: “... debe hacerse un alto
en toda iniciativa que pueda contribuir a recargar el valor de la mano
de obra y el standard de vida..., economizar, no realizar ningún gasto
superfluo. Debe irse sincera y enérgicamente a la supresión de obras
públicas y aún a un reajuste en los sueldos”. Y al final d ela
declaración amenazaba: “Los productores rurales tendrán en cuenta, sin
duda, quienes son entre sus representantes en el gobierno y el
Parlamento, los que han sabido inspirar su gestión en los sanos
principios...”.
En
su visión de la crisis los estancieros no sólo arremetieron contra las
reformas del batllismo, sino que también atacaron al “enemigo externo”
que en ese momento identificaban con los frigoríficos norteamericanos.
La Federación Rural se pronunció en contra de una nueva ley
proteccionista aprobada en el Congreso de EEUU y solicitó al gobierno
que se diera un tratamiento preferencial al comercio con Inglaterra,
tradicional “amigo” del sector ganadero. Además solicitó al gobierno
hacer un acuerdo con Argentina en el tema carnes para hacer frente “al
avance del imperialismo económico de la nación del norte”.
La
posición conservadora se mantuvo unida y eran conscientes que esa
unidad les daba más fuerza a sus reclamos y a sus hechos. En un congreso
regional de estancieros realizado en Treinta y Tres reconocían que “la
desunión en cambio llevará la comercio, a la industria y al país a una
ruina inevitable, y posiblemente al caos soviético”.
La visión reformista.-
Se expresaba fundamentalmente a través del batllismo que en ese momento
tenía la mayoría del Consejo Nacional de Administración por su alianza
con los blancos independientes. Al comenzar la crisis intentó quitarle
dramatismo a la situación y dar una visión optimista de la recuperación.
Insistía en el origen puramente externo de la crisis y que para salir
de ella no había que detener las reformas sino profundizarlas.
Las
palabras del Ministro de Industrias Edmundo Castillo son
representativas de la visión reformista: “ El Uruguay puede tener en
medio del malestar reinante en el mundo entero, la satisfacción de ser
uno de los países que mejor ha resistido la profunda crisis económica y
financiera actual. Debemos perseverar en la política constructiva y
estimulante del trabajo nacional y en la protección de la población
obrera urbana y rural”. En síntesis: profundizar las reformas.
A
medida que el tiempo transcurría y la crisis se mantenía y no aparecía
una rápida recuperación, el sector reformista tomó una postura defensiva
frente a los ataques de los conservadores. El diario “El Día”,
principal vocero del batllismo, salió a hacer frente a las críticas como
en esta editorial de enero de 1932: “Nuestros políticos, tan
impopulares como inescrupulosos, persisten en explotar con fines
electorales la crisis económica que soporta el país... Es la influencia
del batllismo en el gobierno dicen desde ciertos sectores... Ninguna
responsabilidad puede atribuirse al colegiado o al batllismo. El
batllismo no es mayoría en el gobierno desde hace muchos años. Si
hubiera podido influir decisivamente no habría crisis económica o sería
esta atenuada en tal grado que pasaría inadvertida. Nos habría bastado
con nuestra política de intensificación de la producción, limitación de
gastos en el exterior y ensanche del dominio industrial del estado... Y
no habría crisis... Pero cuando comenzamos a resolver los problemas
económicos y sociales, perdimos la mayoría por las divisiones internas y
por la incomprensión de una gran parte de los ciudadanos. He ahí en
síntesis, las causas de la crisis porque atraviesa el país”.
Las divisiones internas a las que el artículo de “El
Día” se refería, se mantenían y se agravaban, lo que le quitaba unidad y
fuerza al reformismo. La muerte de “don Pepe” en 1929 provocaba la
dispersión y la división de sus “herederos ideológicos”. Era evidente
que mientras unos se inclinaban por reformas más radicales ( los
llamados “jóvenes turcos” como Luis Batlle Berres, Agustín Minelli,
Justino Zabala Muniz, entre otros), otros se “corrían” hacia la derecha
(por ejemplo Gabriel Terra).
La visión de la izquierda.-
Esta postura se expresaba a través del Partido Socialista, el Partido
Comunista y también se puede ubicar aquí al batllista Julio Cesar
Grauert y su grupo Avanzar muy cercano a los análisis marxistas aunque
integraba y votaba dentro del Partido Colorado.
Para
socialistas y comunistas la crisis del 29 anunciaba la “inexorable e
inminente” caída del capitalismo. Partiendo del análisis teórico del
marxismo, consideraban que esta era la gran crisis que desembocaría en
el establecimiento de un nuevo sistema de organización social. Además la
crisis debía ser aprovechada para concientizar a los trabajadores de
las causas de sus males y guiarlos hacia la lucha que derrocara al
capitalismo. El líder socialista Emilio Frugoni expresaba en la Cámara
de Diputados: “Estamos en presencia de una crisis excepcional del mundo
que no puede considerarse como una simple crisis más. Es una crisis
orgánica que denuncia el fracaso de todo el sistema económico”. También
reconocía que la crisis se veía aumentada por factores propios de
Uruguay: “Si no soportamos mejor los embates de la crisis universal es
porque ésta nos sorprende con una economía profundamente
desequilibrada”.
Con
un lenguaje más duro y combativo, el periódico comunista “Justicia”
advertía en 1930 que la crisis podía derivar en una dictadura de derecha
y aconsejaba como enfrentarla: “Comprendiéndose la crisis y su carácter
profundo y creciente, se desprende de esta comprensión la inminencia
del motín y de la fascistización del estado. A la vez se comprende la
radicalización, la combatividad de las masas trabajadoras, quienes son
las únicas que bien encausadas, dirigidas por el partido del
proletariado, pueden romper la inminente intentona fascista y a la vez
romper los marcos de la democracia podrida burguesa -democracia para los
ricos- para poder defender sus intereses y lanzarse a la toma del
poder, representados por los consejos de obreros, campesinos y soldados
para cumplir los fines de la revolución agraria y antiimperialista”. El
diputado del Partido Comunista Eugenio Gómez, proclamaba el fin del
capitalismo: “Y mientras languidece, mientras se acerca a la muerte la
economía del capitalismo, el proletariado triunfante en Rusia construye
victoriosamente el socialismo... Podemos afirmar que se acerca en el
mundo la hora del comunismo”.
Grauert
y sus compañeros del grupo Avanzar insistían en que se había agotado el
sistema capitalista. El semanario “Avanzar” expresaba en 1930 que: “El
capitalismo caerá para dar lugar a una nueva sociedad donde la vida más
armónica no permita la coexistencia de explotados y explotadores... ha
llegado la hora de abandonar la vieja teoría de la armonía entre el
capital y el trabajo, para disponernos a obtener la socialización de las
industrias y el comercio y la nacionalización de las tierras,
terminando así con la absurda economía capitalista”.
LAS MEDIDAS TOMADAS POR EL GOBIERNO PARA ENFRENTAR LA CRISIS
De
acuerdo a la Constitución de 1917 el poder ejecutivo estaba compuesto
por dos órganos: el Presidente y el Consejo Nacional de Administración. A
este último, integrado por 9 miembros, correspondía el control de la
economía, por lo tanto de él dependían las medidas que se tomarían para
enfrentar la crisis. La mayoría del Consejo N. De Administración (CNA)
la tenían los batllistas que habían logrado un acuerdo con los blancos
independientes que eran opuestos a Herrera (el “pacto del chinchulín”
calificó Herrera a ese acuerdo, que implicó, entre otras cosas, el
reparto de cargos públicos entre los acuerdistas).
Las
medidas tomadas por el CNA reflejaban la visión batllista de la crisis y
proponían una mayor intervención del estado en la economía.
1) Devaluación y control de cambios.-
Se devaluó el peso y de esta manera se trataba de facilitar las
exportaciones y disminuir las importaciones para obtener una balanza
comercial favorable. Los exportadores recibían dólares por sus ventas al
exterior; al cambiarlos por pesos iban a recibir, luego de la
devaluación, más pesos que antes. Por lo tanto podían exportar sus
productos a un precio menor en dólares y competir mejor con los
exportadores de otros países. Por su parte los importadores debían
enviar al exterior dólares para pagar los productos que compraban; al
devaluarse el peso necesitaban más pesos para adquirir esos dólares y
por lo tanto se encarecían los productos importados frente a los
nacionales.
Para
evitar que se especulara con la moneda extranjera se dispuso que el
Banco República era el único organismo habilitado para hacer el cambio.
Los exportadores estaban obligados a vender cambiar los dólares que
recibían por sus ventas en el Banco República, impidiendo que la
enviaran a cuentas bancarias en el exterior. Las empresas extranjeras
radicadas en Uruguay tampoco podían enviar sus ganancias al exterior,
estando obligadas a depositarlas dentro del Uruguay.
2) Suspensión del pago de la deuda externa.-
La devaluación frente a las monedas fuertes (dolar, libra) aumentó la
deuda uruguaya en pesos: la deuda se duplicó y se hizo imposible
pagarla. El gobierno resolvió suspender su pago aunque se seguirían
pagando los intereses y para eso se vendió una parte del oro en reserva
del Banco República.
3) Nuevos impuestos.-
Para disminuir el déficit fiscal se recurrió a aumentar impuestos ya
existentes (por ejemplo contribución inmobiliaria, herencias, etc) y
crear nuevos. Uno de esos impuestos nuevos fue el impuesto a los sueldos
de los funcionarios públicos (también a las jubilaciones) que iba del 6
al 15% según el salario. Otro de los impuestos nuevos fue sobre los
combustibles.
Como
el impuestos a los sueldos de los funcionarios fue recibido con
antipatía por amplios sectores de la población, el gobierno trató de
balancear la situación disminuyendo los alquileres en un 10%.
4) Proteccionismo industrial.-
Se tomaron medidas para proteger la industria nacional y de esa manera
mantener el nivel de empleo, además de evitar la salida de divisas
(monedas fuertes) por las importaciones. Se prohibió la importación de
algunos productos considerados superfluos (por ejemplo las bananas) y se
duplicó el arancel de otros (por ej. los automóviles). Los aranceles en
general tuvieron un aumento (el arancel general pasó del 31 al 48%) y
se obligó a los importadores a adelantar el pago de los aranceles en oro
para desestimular las importaciones.
También
se exigió la colocación de etiqueta a los productos nacionales como
forma de estimular su compra al ser conocidos por la población.
5) Fomento agropecuario.-
Se intentó impulsar la agricultura a través de la compra de cereales
hecha por el estado y la fijación de precios mínimos. Se facilitó el
acceso de los agricultores a los préstamos del Banco república. A través
del recientemente creado Frigorífico Nacional se elevaron las
cotizaciones del ganado por encima del precio del mercado. El estado
intervino para resolver, a través de jurados, los desacuerdos entre
propietarios y arrendatarios de campos.
6) Ampliación de las empresas estatales.-
La magnitud de la crisis reavivó la idea del primer batllismo de pasar a
manos del estado actividades económicas que estaban en manos
extranjeras que enviaban al exterior sus ganancias y no reinvertían en
el país.
En
1931 se creó ANCAP (Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y
Portland) con el objetivo de monopolizar el alcohol y la importación,
refinación y distribución del petróleo y sus derivados. También crearía
fábricas de cemento portland cuyo uso iba en aumento por el desarrollo
de la construcción en los años 20.
Las
empresas petroleras multinacionales que eran las que abastecían y
comercializaban el petróleo y sus derivados se sintieron molestas por
esta resolución. Aunque eran varias funcionaban como una sola debido a
un acuerdo que habían firmado años atrás; por eso se las conocía como
“las siete hermanas”. Simultáneamente con la creación de ANCAP el estado
firmó un contrato de compra de petróleo crudo con la URSS aprecios más
bajos que los ofrecidos por las empresas multinacionales.
También
en 1931 se expropió a las compañías telefónicas privadas y el estado se
hizo cargo del servicio telefónico a través de las Usinas y Teléfonos
del Estado (UTE).
El
estado se hizo cargo de la administración de los puertos de Nueva
Palmira y Colonia y cesó el permiso de funcionamiento de muelles
particulares en el puerto de Montevideo.
¿Qué reacción provocaron estas medidas?.-
Estas y otras medidas tenían como objetivos disminuir o eliminar el
déficit del estado, aumentar la producción nacional y reducir el
desempleo.
Pero,
como dice el historiador Nahum, al pretender que toda la sociedad
compartiera el costo de estas medidas, el CNA logró, sin querer, unir a
todos en su contra. Todos los sectores se veían afectados de una u otra
forma y tenían motivos para quejarse: los exportadores se quejaban
porque no podían disponer libremente de los dólares recibidos y por que
el Banco república se los compraba a un valor que ellos consideraban
inferior al que tendrían que recibir; las empresas extranjeras se
quejaban porque no podían sacar sus ganancias del país y veían como una
amenaza la estatización creciente; los importadores se veían afectados
por el aumento del valor del dólar; los empleados públicos vieron
reducidos sus salarios por el impuesto a los sueldos; la devaluación del
peso encareció el costo de vida porque aumentaron los combustibles y
las materias primas importadas que se manufacturaban en Uruguay y por lo
tanto también los sectores populares se vieron afectados negativamente.
Hasta el propio Presidente, el otro órgano del Poder Ejecutivo, tomó distancia de las resoluciones del CNA. Desde
marzo de 1931 el nuevo presidente (electo en noviembre de 1930) era el
Dr. Gabriel Terra. Aunque era batllista, desde el momento de asumir la
presidencia va a actuar con independencia y pronto se va a separar del
battllismo comenzando una campaña para eliminar al CNA.
Antes
de analizar la presidencia de Terra debemos analizar cual era la
situación política del Uruguay al comenzar la década del 30.
LA SITUACION POLITICA
EL SEGUNDO IMPULSO REFORMISTA (1920-29) Y SU FRENO
En
la década del 20, y estando aún con vida Batlle y Ordóñez, el Batllismo
intentó continuar la obra reformista emprendida durante la segunda
presidencia de aquel y que había sido “frenada” con el “alto” del
presidente Feliciano Viera en 1916. Pero el fraccionamiento político
impedía una neta política reformista y quienes impulsaban las reformas
(legislación social y estatización) debían buscar acuerdos con otros
sectores para poder aprobarlas.
De
esos intentos reformistas se obtuvieron algunos logros: se aprobó la
indemnización por accidentes de trabajo (1920), el descanso semanal
obligatorio, (1920), el salario mínimo para los peones rurales (1923) y
la creación del Frigorífico Nacional (1928). Otros proyectos quedaron
por el camino como por ejemplo la participación de los funcionarios en
las ganancias de las empresas estatales. Otra de las propuestas era la
monopolización de la importación y distribución de petróleo que
finalmente fue aprobada por el Consejo Nacional de Administración tras
la crisis de 1929.
Este
impulso reformista, como ya había acontecido antes con las reformas de
la segunda presidencia de Batlle y Ordóñez, levantó las protestas de los
sectores conservadores. En setiembre de 1929, los diversos organismos
patronales que representaban a las llamadas “fuerzas vivas” del país
(como la Federación Rural, la Unión Industrial, la Cámara de
Importadores, etc) fundaron el Comité de Vigilancia Económica, conocido
popularmente como “comité del vintén”, con el objetivo de enfrentar la
“política socializante” del gobierno. Reclamó reformar la constitución
para suprimir al Consejo de Administración, detener el estatismo,
disminuir el gasto público, reducir la burocracia y reducir la cantidad
de elecciones. Su prédica utilizó un lenguaje nacionalista a veces
cercano a la xenofobia y de acuerdo a un clima antiextranjero que se
extendía en muchos países de la época. En el artículo 8 de los estatutos
del Comité de Vigilancia Económica se lee que entre sus cometidos
estaba el de “cultivar los sentimientos patrióticos y nativistas del
pueblo uruguayo, para acendrar el concepto de nacionalidad e identificar
afectiva y moralmente con el medio autóctono, a los diversos elementos
raciales que se incorporan a él, fortificando su estructura y ampliando
sus horizontes”.
En
los sectores conservadores no faltó el racismo, además del
antireformismo y los ataque permanentes al batllismo. Apoyaron un
proyecto de ley para limitar el ingreso de inmigrantes para evitar el
ingreso de “indeseables”. Los artículos de los periódicos conservadores
asociaban la idea de inmigrante con inseguridad, desocupación,
criminalidad y “complot comunista” y los directivos de las gremiales
empresariales reclamaban poner fin al país de puertas abiertas que
permitía que llegara “la escoria del mundo”.
Los
ataques al batllismo eran duros identificándolo con la crisis económica
y con los ideas políticas “foráneas” que más temor causaban en la
gente: el anarquismo, el comunismo, los soviets, etc. A diferencia de lo
ocurrido en períodos anteriores donde se intentó moderar y regular las
ideas reformistas o “inquietantes” como las llamaban los conservadores,
ahora se iba directamente en su contra y no faltaban los ataques e
insultos. Por ejemplo el diario “La Tribuna Popular” en una artículo del
10 de febrero de 1932 titulado “El batllismo es el comunismo con
careta”, indicaba: “El batllismo le facilita al comunismo su avance.
Trabaja para que en la Universidad haya profesores comunistas. En las
escuelas primarias maestros soviéticos. Hace que algunos de sus
parciales redacten y publiquen pretendidos textos escolares con
descarada orientación comunista.... El comunismo y el batllismo no son
más que una sola cosa”.
LA DIVISION DEL MOVIMIENTO SINDICAL
La
depresión económica encontró al movimiento obrero uruguayo dividido. En
1929 existían tres centrales sindicales que respondían a tres
tendencias ideológicas. Tradicionalmente los sindicatos con más
adherentes y organización del Uruguay eran los de tendencia anarquista
que habían fundado la FORU: Federación Obrera Regional Uruguay. Pero en
los años 30 la FORU había perdido parte de su influencia.
La
FORU agrupaba a los sindicatos de tendencia “anarquista pura” que se
oponían a la existencia de un gobierno aunque fuera obrero y rechazaban
la dictadura del proletariado.
En
1923 se había formado la USU: Unión Sindical Uruguaya, de tendencia
anarco-sindicalista. Estos creían que sí debía haber un gobierno obrero y
que debía ser ejercido directamente por los sindicatos, sustituyendo a
los partidos políticos.
Los
comunistas, que un principio formaron parte de la USU, en 1929 formaron
una nueva central sindical, la CGTU: Confederación General de
Trabajadores del Uruguay. Siguiendo las orientaciones ideológicas del
Partido Comunista, la CGTU trató de ampliar su influencia a nivel de
masas acercándose a las mujeres trabajadoras, a los jóvenes y a los
trabajadores rurales.
A
pesar de la división el movimiento obrero trató de difundir sus puntos
de vista sobre la crisis y obtener sus objetivos sucediéndose paros,
huelgas y manifestaciones. Encontraron una dura represión con clausura
de sus periódicos y locales gremiales, encarcelamiento de sus dirigentes
e incluso enfrentamientos con la policía con heridos y muertos.
LA DIVISION INTERNA DE LOS PARTIDOS TRADICIONALES
La sociedad uruguaya de comienzos de los años 30 estaba profundamente politizada. No podía ser de otra manera si tenemos en cuenta el sistema electoral: casi todos los años había elecciones porque estaban separadas en el tiempo la elección presidencial, la renovación de parte del Consejo Nacional de Administración, la renovación de parte del senado y de parte de la Cámara de Representantes. En los quince años de vigencia de la constitución de 1919 hubo once elecciones.
Un
complicado mecanismo de leyes electorales aseguraba a los partidos
tradicionales (que tenían el 90% de los votantes) mantenerse unidos
aunque estaban cada vez más divididos. Esto hacía más difícil la
concreción de acuerdos que había caracterizado la política uruguaya en
la década del 20.
Hacia 1930 dentro del Partido Colorado coexistían:
- El Partido Colorado Gral. Rivera, los riveristas, encabezados por Pedro Manini Ríos, sector conservador y antibatllista.
Luego de la muerte de Batlle y Ordóñez en 1929 el batllismo comenzó a dividirse |
- El Partido Colorado “Por la Tradición”, de Julio María Sosa también contario al reformismo batllista.
- El Partido Colorado Radical, dirigido por Feliciano Viera, opuesto al batllismo.
- El Grupo Avanzar liderado por Julio Cesar Grauert, que quería profundizar las reformas del batllismo.
-
El Partido Colorado Batllista, que era la mayoría, pero estaba obligado
a constantes acuerdos con los otros sectores colorados para mantener la
primacía electoral sobre el Partido Nacional.
El Partido Nacional o blanco también mostraba divisiones:
-
El herrerismo, sector liderado por Luis Alberto de Herrera, sector
conservador, con una fuerte base de apoyo en el medio rural.
- El sector “doctoral” (los galerudos les llamó Herrera), contrario al herrerismo y a la conducción caudillista de Herrera.
- El radicalismo blanco dirigido por Lorenzo Carnelli, partidario del reformismo económico y social.
-
La Agrupación demócrata Social de Carlos Quijano, era la “izquierda
blanca” y tenía cierta influencia en sectores intelectuales.
En
el partido Nacional era clara la supremacía del herrerismo ya que el
resto de los grupos aportaba un escaso caudal electoral. Pero aunque
fuera poco era necesario que votaran dentro del partido para acumular
votos frente al Partido Colorado. Eso explica que dentro de los dos
partido tradicionales hubiera diferencias ideológicas tan grandes dentro
de cada uno de ellos.
Los partidos no tradicionales, llamados partidos de ideas, la Unión Cívica, el Partido Socialista y el Partido Comunista, aún tenían
una escasa incidencia. No conseguían insertarse en la realida política
del país y tenían un escaso resultado electoral no superando, todos
ellos, el 10% de los sufragios.
La
fragmentación partidaria y los enfrentamientos entre las fracciones
impidió aplicar un plan de gobierno con una clara mayoría. Para obtener
el respaldo de senadores y diputados, incluso el respaldo de los
integrantes del CNA, la mayoría relativa debía buscar acuerdos y para
lograr estos debía pactar y renunciar a parte de su programa. La
conducción polítca minoritaria y vacilante no era la más apropiada en
medio de la depresión económica.
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