miércoles, 3 de julio de 2013

La Crisis de 1929 en el Uruguay

URUGUAY: DE LA CRISIS DEL 29 AL NEOBATLLISMO 

 

LA CRISIS DE 1929 EN URUGUAY

 LA SITUACION INTERNACIONAL

LA DEPRESIÓN SE EXTIENDE POR EL MUNDO
Dos hechos marcaron la situación internacional en los años 30: la extensión por el mundo de la crisis iniciada en EEUU en 1929 y la creación de gobiernos autoritarios
Como consecuencias de la crisis decayó el comercio internacional y se devaluaron las monedas. La industria se redujo en Europa más que durante la Primera Guerra Mundial. Se arruinaron millones de pequeños comerciantes e industriales, granjeros, campesinos y accionistas.
Los países latinoamericanos, que basaban sus economías en las exportaciones a Europa y EEUU sufrieron rápidamente los efectos de la crisis: los países europeos y EEUU pusieron barreras proteccionistas y disminuyeron las exportaciones latinoamericanas,  cayeron los precios de las materias primas que exportaban, no hubo inversiones de dinero procedentes de Europa o EEUU, faltó dinero para adquirir maquinaria y combustibles para la naciente industria. Los países desarrollados “exportaron” la crisis hacia los menos desarrollados que no podían imponer precios ni decidir condiciones para el comercio.
Por otra parte el tradicional comprador de América Latina, el Imperio Británico, había perdido su hegemonía y sus compras eran cada vez menores, mientras disminuían o desaparecían sus inversiones en ferrocarriles, teléfonos, etc. Su lugar estaba siendo ocupado por EEUU, incluso en países de tradicional influencia inglesa como Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. Pero las relaciones comerciales con EEUU iban a ser más duras que con Inglaterra. EEUU impuso cuotas y limitaciones para algunas de sus importaciones desde países latinoamericanos, sobretodo aquellas que competían con la producción norteamericana. Por ejemplo, en 1926 EEUU prohibió la importación de carne contaminada de aftosa, lo que le sirvió de excusa para impedir el ingreso de carne refrigerada de Argentina y Uruguay.
Como EEUU fue el primero y el más afectado por la crisis de 1929, América latina sufrió el impacto económico y social. En muchos países de América Latina el estado intervino: se establecieron controles de cambios de moneda, se devaluó la moneda y se restringieron las importaciones. Se hizo necesario aumentar la acumulación de capital internamente (ya que no se podía obtener por las exportaciones)  y para eso se explotó más la fuerza de trabajo: el desempleo generó un sobrante de mano de obra y los salarios cayeron. Para controlar a los trabajadores fue necesario desactivar los sindicatos y recurrir al patriotismo o la represión, por eso no debe extrañar la formación de gobiernos autoritarios y dictaduras.

LAS TENDENCIAS AUTORITARIAS
Mussolini y Hitler: los gobiernos autoritarios
se imponían en Europa
Después de la Primera Guerra Mundial se desarrollaron en Europa tendencias autoritarias que rechazaban los fundamentos de la democracia liberal. Criticaban el uso del sufragio para elegir a los gobiernos sosteniendo que era más importante la calidad que la cantidad y quienes debían gobernar eran los mejores y no las mayorías; renegaban del parlamentarismo considerandolo un sistema donde se discutía mucho y se resolvía poco; negaban la existencia de derechos individuales naturales, considerando a los derechos como sólo como reflejo de los deberes o como beneficios otorgados por el estado y que este podía suspender cuando lo creyera conveniente.
Además de su trasfondo filosófico antidemocrático, estas tendencias tenían también una clara intencionalidad política: frenar el avance del comunismo y eliminar las actividades sindicales de la post-guerra. Las asustadas burguesías (que habían contemplado estupefactas el triunfo de la revolución leninista en Rusia en 1917) apoyaron a estos movimientos como tabla de salvación ante las huelgas, las revueltas campesinas y el temor a las revoluciones. El primer exponente de estas tendencias fue el fascismo italiano dirigido por Benito Mussolini, luego imitado en el resto de Europa por movimientos como el falangismo español, el corporativismo portugués y el nazismo alemán, entre otros.
La crisis del 29 con sus consecuencias económico-sociales favoreció estas tendencias autoritarias. Los sectores desempleados, las clases medias temerosas de proletarizarse y los sectores nacionalistas necesitados de restaurar el orgullo nacional, vieron en los “gobiernos de mano dura” y los “hombres imprescindibles” la salida a la crisis.
Pero no sólo en Europa se dieron estas tendencias. En América Latina, donde ya existía una tradición de dictaduras y de “presidentes fuertes”, y abundaban las dictaduras personales, algunos líderes políticos se vieron tentados de imitar el exitoso autoritarismo que se daba en Europa. Tampoco faltaban los motivos políticos: imponer a la fuerza un sistema económico y social.


 LA CRISIS EN URUGUAY

CONSECUENCIAS DE LA CRISIS
Disminución de las exportaciones.- La producción uruguaya tenía una característica positiva: exportaba productos necesarios para la alimentación (carne) y para la vestimenta (lana, cueros), por lo tanto eran imprescindibles y le permitió a Uruguay no depender de un sólo mercado. Pero a pesar de esto igual no decidía sobre sus exportaciones (ni la cantidad ni el precio), porque su peso en el mercado era escaso dada el poco volumen de producción.  Las exportaciones uruguayas se vieron afectadas por la crisis: entre 1929 y 1932 los precios de la carne y la lana bajaron en un 55%.
El tradicional comprador de la carne uruguaya, Inglaterra, firmó en 1932 los Convenios de Ottawa con sus ex-colonias, dándoles preferencias en la compra de productos. Se trataba de la política proteccionista establecida después de la crisis. Entre esas ex-colonias se encontraban Australia, Nueva Zelandia y Canada, que también producían carnes y lana. Esto perjudicó las exportaciones uruguayas.
Descenso de las importaciones.- Las importaciones descendieron, afectando a las industrias que necesitaban maquinaria y combustibles. La importación de máquinas y carbón  cayó un 15%, mientras las importaciones de fuel oil bajaron un 35%.
Devaluación de la moneda.- El peso uruguayo se devaluó frente a la libra inglesa y el dolar norteamericano. En 1933 la devaluación del peso frente al dolar superaba el 100% comparado con el valor de 1928.
Desocupación.- El censo de industrias que se hizo en 1930 registró 94000 trabajadores industriales, estimándose en 30000 el número de desocupados. En 1933 el número de desocupados se estimaba en 40000, casi la mitad de los trabajadores industriales. Quienes conservaron su empleo no se encontraban a salvo de la crisis porque los salarios bajaron mientras el costo de vida aumentó. Según un informe de la Oficina Nacional de Trabajo de 1930, un tercio de los trabajadores ganaba menos de lo necesario para la subsistencia.
Además esta desocupación provocada por la crisis se sumaba a la desocupación que ya se venía dando por otras razones:
a) la renovación tecnológica, como la aplicación del taylorismo en los frigoríficos, que había reducido en un 25% el número de obreros, o el uso de cosechadoras en la agricultura (cada cosechadora sustituía el trabajo de 10 hombres).
b) la sobre-oferta de mano de obra por la migración del campo a la ciudad que afectaba a los trabajadores menos preparados como la estiba en el puerto.
Caída de los salarios.- La sustitución del trabajo masculino por el de mujeres y niños a los que se les pagaba menos salario fue una de las soluciones adoptadas por las empresas privadas para mantener la ganancia de sus capitales. El diputado socialista Troitiño informaba en la Cámara que “a las mujeres se les paga generalmente la mitad del jornal que se paga al hombre, y a los niños se les paga menos todavía, y, a la vez, se obliga a la mujer y al niño a rendir la misma producción que antes hacía el hombre”. En 1932 el diputado batllista Grauert denunció que el frigorífico “Artigas” de la empresa norteamericana Armour, había despedido hombres a los que se pagaba $2,80 por día, para tomar mujeres a las que pagaba $1,20.
La Oficina Nacional de Trabajo, un organismo del gobierno, reconoció a comienzos de 1932 que “la profunda depresión sufrida por la industria y el comercio, dio motivo, en muchos casos a supresiones de personal, aumentando por tal causa las infracciones de las leyes y reglamentos concernientes al trabajo, pues, muchos patrones, empresarios, buscaron por dicho modo reducir sus presupuestos en materia de salarios”.
El desempleo y la caída del salario redujo el consumo interno: el consumo de carne bajó un 18% y el consumo de electricidad descendió 13%.

LAS DISTINTAS VISIONES DE LA CRISIS Y COMO SALIR DE ELLA
Cuando en 1931 el impacto de la crisis hizo imposible ignorarla, hasta para aquellos que seguían considerando al Uruguay como una paraíso, se inició una dura polémica entre los diversos sectores políticos, sociales y económicos. No se trató solamente de una discusión sobre las causas de la crisis y que soluciones dar, sino que fue un enfrentamiento ideológico sobre las diversas concepciones o modelos de país que había. La crisis motivó a hacer un balance de las últimas décadas, analizar los resultados del “modelo batllista” y, cuestionarlo o profundizarlo, según la visión y el sector al que se pertenecía.
La visión conservadora.- Los sectores conservadores se expresaban a través de los gremios de hacendados, la Asociación y la Federación Rural, los colorados riveristas (sector de Manini Ríos opuesto al batllismo) y el herrerismo. Si bien reconocían las causas externas de la crisis, hacían hincapié en los factores internos, responsabilizando a la política reformista del batllismo del deterioro económico. Como lo venían haciendo desde hacía varios años rechazaban la legislación laboral, el estatismo y el proteccionismo que el estado quería brindarle a las industrias. Reclamaban un “alto” en las reformas, menos gastos estatales, detener las obras públicas e incluso reducir los salarios.
La Federación Rural lideró los reclamos del sector conservador. En mayo de 1931 emitió una extensa declaración pública dirigido a los “hombres del gobierno”, donde expresaba entre otras cosas: “... debe hacerse un alto en toda iniciativa que pueda contribuir a recargar el valor de la mano de obra y el standard de vida..., economizar, no realizar ningún gasto superfluo. Debe irse sincera y enérgicamente a la supresión de obras públicas y aún a un reajuste en los sueldos”. Y al final d ela declaración amenazaba: “Los productores rurales tendrán en cuenta, sin duda, quienes son entre sus representantes en el gobierno y el Parlamento, los que han sabido inspirar su gestión en los sanos principios...”.
En su visión de la crisis los estancieros no sólo arremetieron contra las reformas del batllismo, sino que también atacaron al “enemigo externo” que en ese momento identificaban con los frigoríficos norteamericanos. La Federación Rural se pronunció en contra de una nueva ley proteccionista aprobada en el Congreso de EEUU y solicitó al gobierno que se diera un tratamiento preferencial al comercio con Inglaterra, tradicional “amigo” del sector ganadero. Además solicitó al gobierno hacer un acuerdo con Argentina en el tema carnes para hacer frente “al avance del imperialismo económico de la nación del norte”.
La posición conservadora se mantuvo unida y eran conscientes que esa unidad les daba más fuerza a sus reclamos y a sus hechos. En un congreso regional de estancieros realizado en Treinta y Tres reconocían que “la desunión en cambio llevará la comercio, a la industria y al país a una ruina inevitable, y posiblemente al caos soviético”.
La visión reformista.- Se expresaba fundamentalmente a través del batllismo que en ese momento tenía la mayoría del Consejo Nacional de Administración por su alianza con los blancos independientes. Al comenzar la crisis intentó quitarle dramatismo a la situación y dar una visión optimista de la recuperación. Insistía en el origen puramente externo de la crisis y que para salir de ella no había que detener las reformas sino profundizarlas.
Las palabras del Ministro de Industrias Edmundo Castillo son representativas de la visión reformista: “ El Uruguay puede tener en medio del malestar reinante en el mundo entero, la satisfacción de ser uno de los países que mejor ha resistido la profunda crisis económica y financiera actual. Debemos perseverar en la política constructiva y estimulante del trabajo nacional y en la protección de la población obrera urbana y rural”. En síntesis: profundizar las reformas.
A medida que el tiempo transcurría y la crisis se mantenía y no aparecía una rápida recuperación, el sector reformista tomó una postura defensiva frente a los ataques de los conservadores. El diario “El Día”, principal vocero del batllismo, salió a hacer frente a las críticas como en esta editorial de enero de 1932: “Nuestros políticos, tan impopulares como inescrupulosos, persisten en explotar con fines electorales la crisis económica que soporta el país... Es la influencia del batllismo en el gobierno dicen desde ciertos sectores... Ninguna responsabilidad puede atribuirse al colegiado o al batllismo. El batllismo no es mayoría en el gobierno desde hace muchos años. Si hubiera podido influir decisivamente no habría crisis económica o sería esta atenuada en tal grado que pasaría inadvertida. Nos habría bastado con nuestra política de intensificación de la producción, limitación de gastos en el exterior y ensanche del dominio industrial del estado... Y no habría crisis... Pero cuando comenzamos a resolver los problemas económicos y sociales, perdimos la mayoría por las divisiones internas y por la incomprensión de una gran parte de los ciudadanos. He ahí en síntesis, las causas de la crisis porque atraviesa el país”.
Las divisiones internas a las que el artículo de  “El Día” se refería, se mantenían y se agravaban, lo que le quitaba unidad y fuerza al reformismo. La muerte de “don Pepe” en 1929 provocaba la dispersión y la división de sus “herederos ideológicos”. Era evidente que mientras unos se inclinaban por reformas más radicales ( los llamados “jóvenes turcos” como Luis Batlle Berres, Agustín Minelli, Justino Zabala Muniz, entre otros), otros se “corrían” hacia la derecha (por ejemplo Gabriel Terra).
La visión de la izquierda.- Esta postura se expresaba a través del Partido Socialista, el Partido Comunista y también se puede ubicar aquí al batllista Julio Cesar Grauert y su grupo Avanzar muy cercano a los análisis marxistas aunque integraba y votaba dentro del Partido Colorado.
Para socialistas y comunistas la crisis del 29 anunciaba la “inexorable e inminente” caída del capitalismo. Partiendo del análisis teórico del marxismo, consideraban que esta era la gran crisis que desembocaría en el establecimiento de un nuevo sistema de organización social. Además la crisis debía ser aprovechada para concientizar a los trabajadores de las causas de sus males y guiarlos hacia la lucha que derrocara al capitalismo. El líder socialista Emilio Frugoni expresaba en la Cámara de Diputados: “Estamos en presencia de una crisis excepcional del mundo que no puede considerarse como una simple crisis más. Es una crisis orgánica que denuncia el fracaso de todo el sistema económico”. También reconocía que la crisis se veía aumentada por factores propios de Uruguay: “Si no soportamos mejor los embates de la crisis universal es porque ésta nos sorprende con una economía profundamente desequilibrada”.
Con un lenguaje más duro y combativo, el periódico comunista “Justicia” advertía en 1930 que la crisis podía derivar en una dictadura de derecha y aconsejaba como enfrentarla: “Comprendiéndose la crisis y su carácter profundo y creciente, se desprende de esta comprensión la inminencia del motín y de la fascistización del estado. A la vez se comprende la radicalización, la combatividad de las masas trabajadoras, quienes son las únicas que bien encausadas, dirigidas por el partido del proletariado, pueden romper la inminente intentona fascista y a la vez romper los marcos de la democracia podrida burguesa -democracia para los ricos- para poder defender sus intereses y lanzarse a la toma del poder, representados por los consejos de obreros, campesinos y soldados para cumplir los fines de la revolución agraria y antiimperialista”. El diputado del Partido Comunista Eugenio Gómez, proclamaba el fin del capitalismo: “Y mientras languidece, mientras se acerca a la muerte la economía del capitalismo, el proletariado triunfante en Rusia construye victoriosamente el socialismo... Podemos afirmar que se acerca en el mundo la hora del comunismo”.
Grauert y sus compañeros del grupo Avanzar insistían en que se había agotado el sistema capitalista. El semanario “Avanzar” expresaba en 1930 que: “El capitalismo caerá para dar lugar a una nueva sociedad donde la vida más armónica no permita la coexistencia de explotados y explotadores... ha llegado la hora de abandonar la vieja teoría de la armonía entre el capital y el trabajo, para disponernos a obtener la socialización de las industrias y el comercio y la nacionalización de las tierras, terminando así con la absurda economía capitalista”.

LAS MEDIDAS TOMADAS POR EL GOBIERNO PARA ENFRENTAR LA CRISIS
De acuerdo a la Constitución de 1917 el poder ejecutivo estaba compuesto por dos órganos: el Presidente y el Consejo Nacional de Administración. A este último, integrado por 9 miembros, correspondía el control de la economía, por lo tanto de él dependían las medidas que se tomarían para enfrentar la crisis. La mayoría del Consejo N. De Administración (CNA) la tenían los batllistas que habían logrado un acuerdo con los blancos independientes que eran opuestos a Herrera (el “pacto del chinchulín” calificó Herrera a ese acuerdo, que implicó, entre otras cosas, el reparto de cargos públicos entre los acuerdistas).
Las medidas tomadas por el CNA reflejaban la visión batllista de la crisis y proponían una mayor intervención del estado en la economía.
1) Devaluación y control de cambios.- Se devaluó el peso y de esta manera se trataba de facilitar las exportaciones y disminuir las importaciones para obtener una balanza comercial favorable. Los exportadores recibían dólares por sus ventas al exterior; al cambiarlos por pesos iban a recibir, luego de la devaluación, más pesos que antes. Por lo tanto podían exportar sus productos a un precio menor en dólares y competir mejor con los exportadores de otros países. Por su parte los importadores debían enviar al exterior dólares para pagar los productos que compraban; al devaluarse el peso necesitaban más pesos para adquirir esos dólares y por lo tanto se encarecían los productos importados frente a los nacionales.
Para evitar que se especulara con la moneda extranjera se dispuso que el Banco República era el único organismo habilitado para hacer el cambio. Los exportadores estaban obligados a vender cambiar los dólares que recibían por sus ventas en el Banco República, impidiendo que la enviaran a cuentas bancarias en el exterior. Las empresas extranjeras radicadas en Uruguay tampoco podían enviar sus ganancias al exterior, estando obligadas a depositarlas dentro del Uruguay.
2) Suspensión del pago de la deuda externa.- La devaluación frente a las monedas fuertes (dolar, libra) aumentó la deuda uruguaya en pesos: la deuda se duplicó y se hizo imposible pagarla. El gobierno resolvió suspender su pago aunque se seguirían pagando los intereses y para eso se vendió una parte del oro en reserva del Banco República.
3) Nuevos impuestos.- Para disminuir el déficit fiscal se recurrió a aumentar impuestos ya existentes (por ejemplo contribución inmobiliaria, herencias, etc) y crear nuevos. Uno de esos impuestos nuevos fue el impuesto a los sueldos de los funcionarios públicos (también a las jubilaciones) que iba del 6 al 15% según el salario. Otro de los impuestos nuevos fue sobre los combustibles.
Como el impuestos a los sueldos de los funcionarios fue recibido con antipatía por amplios sectores de la población, el gobierno trató de balancear la situación disminuyendo los alquileres en un 10%.
4) Proteccionismo industrial.- Se tomaron medidas para proteger la industria nacional y de esa manera mantener el nivel de empleo, además de evitar la salida de divisas (monedas fuertes) por las importaciones. Se prohibió la importación de algunos productos considerados superfluos (por ejemplo las bananas) y se duplicó el arancel de otros (por ej. los automóviles). Los aranceles en general tuvieron un aumento (el arancel general pasó del 31 al 48%) y se obligó a los importadores a adelantar el pago de los aranceles en oro para desestimular las importaciones.
También se exigió la colocación de etiqueta a los productos nacionales como forma de estimular su compra al ser conocidos por la población.
5) Fomento agropecuario.- Se intentó impulsar la agricultura a través de la compra de cereales hecha por el estado y la fijación de precios mínimos. Se facilitó el acceso de los agricultores a los préstamos del Banco república. A través del recientemente creado Frigorífico Nacional se elevaron las cotizaciones del ganado por encima del precio del mercado. El estado intervino para resolver, a través de jurados, los desacuerdos entre propietarios y arrendatarios de campos.
6) Ampliación de las empresas estatales.- La magnitud de la crisis reavivó la idea del primer batllismo de pasar a manos del estado actividades económicas que estaban en manos extranjeras que enviaban al exterior sus ganancias y no reinvertían en el país.
En 1931 se creó ANCAP (Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Portland) con el objetivo de monopolizar el alcohol y la importación, refinación y distribución del petróleo y sus derivados. También crearía fábricas de cemento portland cuyo uso iba en aumento por el desarrollo de la construcción en los años 20.
Las empresas petroleras multinacionales que eran las que abastecían y comercializaban el petróleo y sus derivados se sintieron molestas por esta resolución. Aunque eran varias funcionaban como una sola debido a un acuerdo que habían firmado años atrás; por eso se las conocía como “las siete hermanas”. Simultáneamente con la creación de ANCAP el estado firmó un contrato de compra de petróleo crudo con la URSS aprecios más bajos que los ofrecidos por las empresas multinacionales.
También en 1931 se expropió a las compañías telefónicas privadas y el estado se hizo cargo del servicio telefónico a través de las Usinas y Teléfonos del Estado (UTE).
El estado se hizo cargo de la administración de los puertos de Nueva Palmira y Colonia y cesó el permiso de funcionamiento de muelles particulares en el puerto de Montevideo.
¿Qué reacción provocaron estas medidas?.- Estas y otras medidas tenían como objetivos disminuir o eliminar el déficit del estado, aumentar la producción nacional y reducir el desempleo.
Pero, como dice el historiador Nahum, al pretender que toda la sociedad compartiera el costo de estas medidas, el CNA logró, sin querer, unir a todos en su contra. Todos los sectores se veían afectados de una u otra forma y tenían motivos para quejarse: los exportadores se quejaban porque no podían disponer libremente de los dólares recibidos y por que el Banco república se los compraba a un valor que ellos consideraban inferior al que tendrían que recibir; las empresas extranjeras se quejaban porque no podían sacar sus ganancias del país y veían como una amenaza la estatización creciente; los importadores se veían afectados por el aumento del valor del dólar; los empleados públicos vieron reducidos sus salarios por el impuesto a los sueldos; la devaluación del peso encareció el costo de vida porque aumentaron los combustibles y las materias primas importadas que se manufacturaban en Uruguay y por lo tanto también los sectores populares se vieron afectados negativamente.
Hasta el propio Presidente, el otro órgano del Poder Ejecutivo, tomó distancia de las resoluciones del CNA.  Desde marzo de 1931 el nuevo presidente (electo en noviembre de 1930) era el Dr. Gabriel Terra. Aunque era batllista, desde el momento de asumir la presidencia va a actuar con independencia y pronto se va a separar del battllismo comenzando una campaña para eliminar al CNA.
Antes de analizar la presidencia de Terra debemos analizar cual era la situación política del Uruguay al comenzar la década del 30.


 LA SITUACION POLITICA

EL SEGUNDO IMPULSO REFORMISTA (1920-29) Y SU FRENO
En la década del 20, y estando aún con vida Batlle y Ordóñez, el Batllismo intentó continuar la obra reformista emprendida durante la segunda presidencia de aquel y que había sido “frenada” con el “alto” del presidente Feliciano Viera en 1916. Pero el fraccionamiento político impedía una neta política reformista y quienes impulsaban las reformas (legislación social y estatización) debían buscar acuerdos con otros sectores para poder aprobarlas.
De esos intentos reformistas se obtuvieron algunos logros: se aprobó la indemnización por accidentes de trabajo (1920), el descanso semanal obligatorio, (1920), el salario mínimo para los peones rurales (1923) y la creación del Frigorífico Nacional (1928). Otros proyectos quedaron por el camino como por ejemplo la participación de los funcionarios en las ganancias de las empresas estatales. Otra de las propuestas era la monopolización de la importación y distribución de petróleo que finalmente fue aprobada por el Consejo Nacional de Administración tras la crisis de 1929.
Este impulso reformista, como ya había acontecido antes con las reformas de la segunda presidencia de Batlle y Ordóñez, levantó las protestas de los sectores conservadores. En setiembre de 1929, los diversos organismos patronales que representaban a las llamadas “fuerzas vivas” del país (como la Federación Rural, la Unión Industrial, la Cámara de Importadores, etc) fundaron el Comité de Vigilancia Económica, conocido popularmente como “comité del vintén”, con el objetivo de enfrentar la “política socializante” del gobierno. Reclamó reformar la constitución para suprimir al Consejo de Administración, detener el estatismo, disminuir el gasto público, reducir la burocracia y reducir la cantidad de elecciones. Su prédica utilizó un lenguaje nacionalista a veces cercano a la xenofobia y de acuerdo a un clima antiextranjero que se extendía en muchos países de la época. En el artículo 8 de los estatutos del Comité de Vigilancia Económica se lee que entre sus cometidos estaba el de “cultivar los sentimientos patrióticos y nativistas del pueblo uruguayo, para acendrar el concepto de nacionalidad e identificar afectiva y moralmente con el medio autóctono, a los diversos elementos raciales que se incorporan a él, fortificando su estructura y ampliando sus horizontes”.
En los sectores conservadores no faltó el racismo, además del antireformismo y los ataque permanentes al batllismo. Apoyaron un proyecto de ley para limitar el ingreso de inmigrantes para evitar el ingreso de “indeseables”. Los artículos de los periódicos conservadores asociaban la idea de inmigrante con inseguridad, desocupación, criminalidad y “complot comunista” y los directivos de las gremiales empresariales reclamaban poner fin al país de puertas abiertas que permitía que llegara “la escoria del mundo”.
Los ataques al batllismo eran duros identificándolo con la crisis económica y con los ideas políticas “foráneas” que más temor causaban en la gente: el anarquismo, el comunismo, los soviets, etc. A diferencia de lo ocurrido en períodos anteriores donde se intentó moderar y regular las ideas reformistas o “inquietantes” como las llamaban los conservadores, ahora se iba directamente en su contra y no faltaban los ataques e insultos. Por ejemplo el diario “La Tribuna Popular” en una artículo del 10 de febrero de 1932 titulado “El batllismo es el comunismo con careta”, indicaba: “El batllismo le facilita al comunismo su avance. Trabaja para que en la Universidad haya profesores comunistas. En las escuelas primarias maestros soviéticos. Hace que algunos de sus parciales redacten y publiquen pretendidos textos escolares con descarada orientación comunista.... El comunismo y el batllismo no son más que una sola cosa”.

LA DIVISION DEL MOVIMIENTO SINDICAL
La depresión económica encontró al movimiento obrero uruguayo dividido. En 1929 existían tres centrales sindicales que respondían a tres tendencias ideológicas. Tradicionalmente los sindicatos con más adherentes y organización del Uruguay eran los de tendencia anarquista que habían fundado la FORU: Federación Obrera Regional Uruguay. Pero en los años 30 la FORU había perdido parte de su influencia.
La FORU agrupaba a los sindicatos de tendencia “anarquista pura” que se oponían a la existencia de un gobierno aunque fuera obrero y rechazaban la dictadura del proletariado.
En 1923 se había formado la USU: Unión Sindical Uruguaya, de tendencia anarco-sindicalista. Estos creían que sí debía haber un gobierno obrero y que debía ser ejercido directamente por los sindicatos, sustituyendo a los partidos políticos.
Los comunistas, que un principio formaron parte de la USU, en 1929 formaron una nueva central sindical, la CGTU: Confederación General de Trabajadores del Uruguay. Siguiendo las orientaciones ideológicas del Partido Comunista, la CGTU trató de ampliar su influencia a nivel de masas acercándose a las mujeres trabajadoras, a los jóvenes y a los trabajadores rurales.
A pesar de la división el movimiento obrero trató de difundir sus puntos de vista sobre la crisis y obtener sus objetivos sucediéndose paros, huelgas y manifestaciones. Encontraron una dura represión con clausura de sus periódicos y locales gremiales, encarcelamiento de sus dirigentes e incluso enfrentamientos con la policía con heridos y muertos.

LA DIVISION INTERNA DE LOS PARTIDOS TRADICIONALES

La sociedad uruguaya de comienzos de los años 30 estaba profundamente politizada. No podía ser de otra manera si tenemos en cuenta el sistema electoral: casi todos los años había elecciones porque estaban separadas en el tiempo la elección presidencial, la renovación de parte del Consejo Nacional de Administración, la renovación de parte del senado  y de parte de la Cámara de Representantes. En los quince años de vigencia de la constitución de 1919 hubo once elecciones.
Un complicado mecanismo de leyes electorales aseguraba a los partidos tradicionales (que tenían el 90% de los votantes) mantenerse unidos aunque estaban cada vez más divididos. Esto hacía más difícil la concreción de acuerdos que había caracterizado la política uruguaya en la década del 20.
Hacia 1930 dentro del Partido Colorado coexistían:
- El Partido Colorado Gral. Rivera, los riveristas, encabezados por Pedro Manini Ríos, sector conservador y antibatllista.
Luego de la  muerte de Batlle y Ordóñez en 1929
el batllismo comenzó a dividirse
- El Partido Colorado “Por la Tradición”, de Julio María Sosa también contario al reformismo batllista.
- El Partido Colorado Radical, dirigido por Feliciano Viera, opuesto al batllismo.
- El Grupo Avanzar liderado por Julio Cesar Grauert, que quería profundizar las reformas del batllismo.
- El Partido Colorado Batllista, que era la mayoría, pero estaba obligado a constantes acuerdos con los otros sectores colorados para mantener la primacía electoral sobre el Partido Nacional.
El Partido Nacional o blanco también mostraba divisiones:
- El herrerismo, sector liderado por Luis Alberto de Herrera, sector conservador, con una fuerte base de apoyo en el medio rural.
- El sector “doctoral” (los galerudos les llamó Herrera), contrario al herrerismo y a la conducción caudillista de Herrera.
- El radicalismo blanco dirigido por Lorenzo Carnelli, partidario del reformismo económico y social.
- La Agrupación demócrata Social de Carlos Quijano, era la “izquierda blanca” y tenía cierta influencia en sectores intelectuales.
En el partido Nacional era clara la supremacía del herrerismo ya que el resto de los grupos aportaba un escaso caudal electoral. Pero aunque fuera poco era necesario que votaran dentro del partido para acumular votos frente al Partido Colorado. Eso explica que dentro de los dos partido tradicionales hubiera diferencias ideológicas tan grandes dentro de cada uno de ellos.
Los partidos no tradicionales, llamados partidos de ideas, la Unión Cívica, el Partido Socialista y el Partido Comunista, aún  tenían una escasa incidencia. No conseguían insertarse en la realida política del país y tenían un escaso resultado electoral no superando, todos ellos, el 10% de los sufragios.
La fragmentación partidaria y los enfrentamientos entre las fracciones impidió aplicar un plan de gobierno con una clara mayoría. Para obtener el respaldo de senadores y diputados, incluso el respaldo de los integrantes del CNA, la mayoría relativa debía buscar acuerdos y para lograr estos debía pactar y renunciar a parte de su programa. La conducción polítca minoritaria y vacilante no era la más apropiada en medio de la depresión económica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario