martes, 24 de septiembre de 2013

El Uruguay del 900

LA INMIGRACIÓN

Después de la independencia y a medida que los países americanos fueron evolucionando, se fue creando en Europa un creciente interés por trasladarse hacia América.
Los factores que impulsaron las migraciones europeas fueron varios:
1) La ruina de las pequeñas industrias familiares que no pudieron competir con las fábricas.
2) La ruina de los artesanos que tampoco podían competir con las fábricas.
3) La desocupación masiva en el campo generada por el cercamiento y la mecanización del trabajo agrícola.
4) Las oleadas de desocupación en las fábricas cuando alguna innovación técnica (una nueva máquina) quitaba trabajo a los obreros.
5) Las crisis de superproducción que obligaba a los fabricantes a despedir personal.
6) Las persecuciones políticas, sindicales o religiosas.
La mayor rapidez y seguridad del transporte marítimo con la navegación a vapor y el abaratamiento de los pasajes favorecieron la migración. Los países americanos estimularon el traslado de inmigrantes porque necesitaban mano de obra e incluso se formaban empresas para traerlos y les pagaban el pasaje a cambio de trabajar cuando se instalaran en América. A veces se cometían abusos y los inmigrantes transformaban en “esclavos blancos”. Empresarios inescrupulosos contrataban barcos antiguos y pequeños donde traían a los inmigrantes sobre la cubierta en malas condiciones y como si fueran parte de la carga.
Los países europeos veían con buenos ojos la salida de población de sus territorios porque:
- desahogaba las presiones internas sobretodo en momentos de crisis.
- los inmigrantes que instalados en otros continentes progresaban económicamente querían comprar productos europeos y se transformaban en nuevos mercados de consumo.

LAS PRIMERAS ETAPAS
La emigración hacia nuestro país comenzó a ser importante hacia el año 1834. Entre 1835 y 1842 ingresaron 17 mil franceses, 12 mil italianos y más de 10 mil españoles. Hubo proyectos para favorecer el ingreso de inmigrantes.
Samuel Lafone presentó un proyecto por el cual se encargaba de traer inmigrantes vascos si el estado uruguayo le pagaba y le permitía comprar tierras pagándolas con títulos de deuda. El estado recibiría luego, a largo plazo, la devolución del dinero gastado, comprometiéndose los inmigrantes a pagar los pasajes en dos años. El proyecto no fue autorizado por la Asamblea General al considerarlo oneroso.
Otro proyecto fue el de crear una ciudad en la zona del Cerro de Montevideo con inmigrantes, a la que se llamaría Cosmópolis. Se dividió la tierra en chacras pero el proyecto se prolongó en el tiempo por la falta de interesados.
En estos primeros años de ingreso de inmigrantes la inmigración espontánea fue más que la organizada; el estado no seleccionó ni distribuyó a los inmigrantes. Esto tuvo como consecuencia que la inmigración no fuera en muchos casos tan calificada como era deseable y que su asentamiento no se hiciera en todo el territorio del país, concentrándose en Montevideo.
Durante la Guerra Grande, no solamente se interrumpió la inmigración, sino que muchos extranjeros se retiraron del país. Durante la guerra fue evidente la concentración de los inmigrantes en la ciudad de Montevideo, ya que la mayoría de la población y la mayoría de los integrantes del ejército del Gobierno de la Defensa, eran extranjeros, destacándose por su número los franceses.

LA INMIGRACIÓN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO
Después de terminada la guerra recomienza la inmigración. Durante la guerra y en los años que la siguieron se produjo una inmigración muy especial que fue la de brasileños que se establecían en la zona norte del Uruguay cerca de la frontera con Brasil. Esta inmigración creó más dificultades que beneficios. En muchos casos se trataba de estancieros que compraron campos aprovechando su bajo valor durante la guerra. Estos estancieros llevaban ganado hacia sus estancias del lado brasileño disminuyendo los anímales del lado uruguayo y perjudicando a los saladeros que colocaban su producción en Brasil. Además no cumplían con las leyes del Uruguay y ante cualquier problema que tuvieran con el estado oriental, se presentaban ante las autoridades de Brasil para que estas presionaran sobre el gobierno uruguayo. A pesar de que la esclavitud había sido abolida (en 1842, aunque desde 1830 había ya libertad de vientres y no se permitía la introducción de nuevos esclavos) los propietarios brasileños usaban como peones mano de obra esclava.
En 1860 el diputado José Vázquez Sagastume denunciaba en el Poder Legislativo que: “ la ciudadanía oriental se está perdiendo en el norte del Río Negro... los usos, costumbres, el idioma, el modo de ser, todos es brasileño; puede decirse que es una continuación de Río Grande del Sur”.
En el transcurso de la segunda mitad del siglo hubo un cambio en la procedencia de los inmigrantes aumentando la presencia de españoles e italianos. La mayor parte de los españoles procedían de las islas Canarias, Galicia, las provincias vascas y Cataluña. En cuanto a los italianos muchos eran de Génova y de los territorios del sur (Calabria, Nápoles).

Para que los europeos se afincaran en el Uruguay, había que resolver los problemas del transporte, alojamiento y trabajo. Como había pasado en los primeros años de vida independiente hubo escasa intervención gubernativa;  del estímulo a la inmigración y organizar su traslado se encargaban particulares. Lo tomaban como un negocio, organizándose empresas de inmigración y colonización que a veces terminaban siendo maniobras especulativas. Como el estado no ejercía ningún control, había todo tipo de abusos: especulación con tierras, explotación de los inmigrantes, falta de selección de loa inmigrantes. La mayoría de los inmigrantes procedían de países técnicamente atrasados y eran mano de obra inexperta o no especializada, por lo tanto su aporte no era el mejor.
Es difícil precisar con exactitud cuáles fueron las ocupaciones a que se dedicaron con preferencia los inmigrantes. En parte dependió de su condición económica, pues una mayoría llegó sin capital, dispuestos a trabajar en cualquier actividad, hubo una minoría que, poseedores de algún dinero, adquirieron tierras o pusieron alguna empresa y trabajaron por su cuenta. También hay que tener en cuenta que muchos inmigrantes no venían con la intención de radicarse definitivamente, sino conseguir dinero y regresar a su país de origen. Pero las condiciones no siempre fueron favorables para su regreso y se quedaban para siempre.
La inmigración italiana se dedicó especialmente a la agricultura, constituyendo la población de quinteros alrededor de Montevideo y en Canelones. La inmigración española, especialmente la de Galicia, trabajó en el comercio minorista y como peones en los depósitos de lana y el puerto. Las mujeres gallegas se emplearon en el servicio doméstico. Los vascos, tanto españoles como franceses, tuvieron una importante participación en la explotación del ganado lechero.
La inmigración inglesa no fue muy numerosa pero fue importante su participación en el desarrollo económico. En el campo participaron en la modernización de las estancias, ya que invirtieron su dinero en la mestización y la cría de ovejas. En Montevideo dominó el comercio de importación. También fue importante su presencia vinculada a la instalación del ferrocarril, el gas, los tranvías y los teléfonos.
La escasa intervención del estado se manifestó en la búsqueda de integrar la inmigración con el trabajo agrícola. Después de la Guerra Grande hubo varios intentos de radicar inmigrantes en la campaña desarrollando la agricultura, lo cual se hacía con varios objetivos:
a) Mejorar la producción en un rubro hasta el momento inexplotado como era la agricultura.
b) Sedentarizar la población errante del interior.
c) Pacificar la campaña, ya que se consideraba que las condiciones de explotación ganadera extensiva habían generado la presencia del gaucho y se veía a este como un elemento de inestabilidad.
En 1851, el médico francés Augusto Brougnes publicó un folleto en el que expresaba: “ ...pocos años serían suficientes para lograr la prosperidad, sin hacer otra cosa más que entregar una parte del territorio a la inteligente actividad de la inmigración agrícola europea, pues está comprobado hasta la evidencia que las grandes naciones sacan hoy sus recursos de la agricultura”. Ponía como ejemplo el caso de Estados Unidos y señalaba que su desarrollo se debía a la presencia de inmigrantes dedicados a la agricultura.
Otro francés, el Ingeniero Penot, que acompañó al Presidente Giró en una gira que este realizó por la campaña, destacaba el papel pacificador que tendría la agricultura: ” ... aproximad al hombre que vive de la nada y que de nada se sustenta, aproximadle al bienestar social, dejadle penetrar nociones de bien y de mal y vacilará en saquear los campos sembrados”.
Durante la presidencia de Giró se crearon varias sociedades interesadas en el establecimiento de inmigrantes agricultores en la zona del litoral. Por ejemplo hubo un proyecto de instalar una colonia de cría de ovejas merino y chacras de dieciséis hectáreas en la zona de Carmelo, habilitándose este puerto para que los inmigrantes introdujeran, sin pagar impuestos, artículos destinados a su establecimiento. También hubo un proyecto para radicar en los alrededores de las ciudades a las familias que habían quedado dispersas por la Guerra Grande. Pero la caída del gobierno de Giró puso fin a estos y otros planes.
Durante las presidencias de Bernardo Berro y Gabriel Pereira se intentó la creación de colonias y pueblos en la zona de la frontera con Brasil para intentar detener el establecimiento de población de aquel origen. Se temía que de seguir aumentando la presencia de brasileños al norte del Río Negro, aquel territorio pasaría a manos de Brasil.
Pero la inestabilidad política, la falta de tierras públicas para ubicar a los inmigrantes y los escasos recursos del estado, dificultaron los intentos. Sólo dos proyectos de instalar colonias agrícolas con inmigrantes tuvieron éxito: Colonia Valdense (1858) y Colonia Suiza (!861).
Recién en 1890 el estado va intervenir directamente en la regulación de la llegada de inmigrantes al crearse la Dirección General de Inmigración. La ley que creó a este organismo también establecía que se le darían facilidades a los inmigrantes para el pago de sus pasajes, atenciones gratuitas para sus primeros tiempos de radicación, colocación y traslado al lugar de trabajo. La ley también establecía discriminaciones: se impedía la entrada de africanos, asiáticos y gitanos.

CONSECUENCIAS DE LA INMIGRACIÓN
1) Aumentó la población.- La consecuencia directa y más visible de todo proceso de inmigración es el aumento de población del país que recibe a los inmigrantes.
Entre 1886 y 1890 se produjo el ingreso mayor de inmigrantes. A partir de 1890, año en que se hacen sentir los efectos de una fuerte crisis económica, hay un disminución del ingreso de inmigrantes e incluso la salida de muchos de ellos con destinos a otros países de América, en particular hacia Argentina. Luego, hacia 1900, el ingreso se reanudó.
Los extranjeros de origen europeo se radicaron con preferencia en Montevideo, contribuyendo al crecimiento de la capital, alcanzando porcentajes de cerca del 50% de la población de la capital. Por lo tanto la inmigración colaboró con el macrocefalismo del Uruguay.
2) Impulsó el desarrollo económico.- Los extranjeros radicados en Uruguay favorecieron el desarrollo económico. El aumento de la población provocó el aumento del consumo, generando un mercado interno que debía ser alimentado, vestido, etc, creciendo la demanda de productos que motivó a una mayor producción. Además los inmigrantes demostraron capacidad de trabajo y superación. Aunque la mayoría no poseía técnicas ni conocimientos desarrollados, la necesidad de sobrevivir los impulsó a realizar cualquier tarea, ser innovadores, ahorrativos e invertir sus ahorros en pequeñas empresas que les permitiera ascender socialmente. La frustración de muchos al no poder regresar a Europa fue sustituida por la posibilidad de ser parte de las clases dirigentes locales. Esto difícilmente se lograba en la primer generación de recién llegados, pero sus descendientes podían lograrlo.
La vinculación de los inmigrantes con el desarrollo económico se observa sobretodo en la inmigración inglesa, francesa y alemana. Los europeos que se alejaban de sus costumbres y se establecían en países lejanos y desconocidos poseían un espíritu de iniciativa fuera de lo común. El gusto por la aventura y el riesgo se mezcló con la iniciativa
empresarial de una mentalidad capitalista desarrollada. Sus inversiones en el campo y sus intentos exitosos de innovar en la explotación ganadera (cría de ovinos, mestización, cercos) influyó en la toma de conciencia de muchos estancieros nacionales de que la estancia era una empresa y no un feudo patriarcal.
3) Consecuencias culturales y políticas.- De la comparación con otros países de América resulta que Uruguay tuvo el porcentaje mayor de inmigrantes si los comparamos con la población nacional: 44% en 1860. El alto porcentaje de población extranjera y el hecho de que llegaran tempranamente a un país nuevo, permitió una rápida asimilación de los recién llegados.  Afirma Germán Rama que en realidad no hubo una asimilación de los extranjeros sino que “... la sociedad receptora fue ahogada por las migraciones... En vez de asimilación es necesario hablar de fusión de dos grupos en una nueva sociedad cuyas características no fueron propias ni de la sociedad receptora ni de los grupos migrados...”
La sociedad uruguaya, carente de una cultura indígena como los países andinos, fue creando su cultura, su forma de vida con los aportes de las migraciones. Desde las festividades religiosas y las supersticiones ( fiesta de San Cono, hogueras de San Juan, etc) hasta los alimentos (la pastas y la polenta introducidos por los italianos, etc) se puede observar la influencia de los inmigrantes. También fue significativo su aporte en lo ideológico y político: los inmigrantes europeos introdujeron en América el socialismo, el anarquismo y las primeras organizaciones obreras.
Para el historiador Ricardo Martínez Ces la inmigración cumplió un papel relevante en el triunfo del modelo batllista a comienzos del siglo XX. Según este autor los inmigrantes que venían huyendo de Europa donde se les negaba la posibilidad de ascenso social encontraban en Uruguay la posibilidad del cambio. “...Escapar a la suerte de campesino en el pequeño pueblo español o italiano, escapar del cruel y rígido servicio militar, escapar a la miseria y desocupación e incluso escapar de la propia familia y venir a dar a un país donde se podía empezar de nuevo, dónde había épocas en las que hasta era posible ahorrar libras esterlinas, fueron circunstancias como para hacer renacer la fe en la bondad humana. Hasta la carne, alimento de las clases privilegiadas en Europa, aquí se podía comer todos los días... El inmigrante que llegaba a hacer plata debía sentirse como si hubiera entrado en una sucursal del paraíso, lugar donde la gente además de justa era feliz...”
El período de predominio político de Batlle y Ordoñez (1903-1929), coincidente con un período de prosperidad económica, permitió a los inmigrantes progresar y ascender de clase e incluso a tener la posibilidad de que sus hijos concurrieran a la Universidad. Esto dio a los inmigrantes, según Martínez Ces, la ilusión de llegar a ser alguien. Y aunque no llegaran a serlo la ilusión mantenía latentes las esperanzas.

LA SOCIEDAD URBANA

Al concluir el siglo XIX los cambios demográficos anunciaban las nuevas formas de vida de la sociedad uruguaya. Se estaba produciendo definitivamente la inserción del país en los marcos del orden internacional diseñado y dirigido por Inglaterra (la modernización) sustituyendose la sociedad oriental por una nueva sociedad que comenzaba a llamarse uruguaya, donde gran parte de sus miembros eran hijos de inmigrantes.
Al finalizar el siglo se había producido una modificación en la relación entre la ciudad-puerto (Montevideo) y la pradera (la campaña) con el triunfo definitivo de la primera. El proceso iniciado por los gobiernos autoritarios (1875-86) había consolidado el aparato administrativo del estado, asegurando la vigencia del orden a través de la ley (códigos Civil, de Procedimiento Civil y Penal, Rural, Comercial y de Minería) y de la fuerza (organización del ejército y de la policía) y unificando el país con el desarrollo de las comunicaciones (correo, telégrafo, ferrocarril). La estancia-empresa se imponía sobre la estancia cimarrona modificando los procesos productivos y las relaciones laborales.
Cada vez más la ciudad-puerto de Montevideo irá haciéndose el centro de las actividades principales, imponiendo las formas de comportamiento, la cultura y la educación que introduce desde Europa. Es el triunfo de la “civilización”.

LA “GENTE PRINCIPAL”
La clase alta residía en Montevideo. Estaba formada por la unión de los descendientes del antiguo patriciado con nuevos ricos e inmigrantes o hijos de inmigrantes que habían hecho fortuna. La integraban grandes terratenientes, grandes comerciantes e industriales, banqueros, gerentes y abogados de las empresas extranjeras. En muchas casos tenían actividades múltiples y era fácil encontrar comerciantes con estancia, acaudalados comerciantes dueños de saladeros, estancieros que eran dueños de barracas de lanas, etc.
Según Reyes Abadie y Vázquez Romero, los grandes estancieros eran sólo el 2% de todos los habitantes del campo pero eran dueños del 40% de las tierras. Muchos de ellos residían en Montevideo en forma permanente o alternaban su vida entre la campaña y la capital.
Los grandes comerciantes eran importadores y exportadores, hacían fortunas en las épocas en que se liberalizaba el comercio y aumentaban las importaciones de productos suntuarios. Eran enemigos del proteccionismo y en ese punto chocaban con los industriales.
Los grandes industriales eran los recién llegados. Una sociedad que durante mucho tiempo había despreciado las tareas manuales y todo lo vinculado a ellas aún miraba con recelo a estos nuevos ricos. Pero estos, generalmente inmigrantes, ya no eran artesanos independientes que trabajaban en sus talleres a la par de sus obreros. Hacia fines de siglo algunas industrias han enriquecido a sus propietarios y estos pasan a ser cada vez más respetados.
A estos sectores hay que agregar a los gerentes y administradores de las empresas inglesas establecidas en Uruguay. Dicen Barrán y Nahum: “Había en Montevideo una colonia británica con su club y su escuela exclusivos, su periódico “The Montevideo Times”, y su Iglesia Anglicana, el llamado Templo Inglés. Múltiples lazos se anudaron entre los inversores extranjeros y el capital nativo. Ambos tenían parte de su dinero colocado en títulos de deuda pública y por eso les interesaba la marcha de las finanzas y en manos de quien estaba la conducción del Estado. Ambos defendían principios similares sobre los que basaban su lucro y su concepción del mundo: libertad económica, horror a las reglamentaciones estatales y en particular al socialismo bajo todas las formas conocidas...”
Agregan los citados autores que los integrantes de esta oligarquía criolla frecuentaban los mismos lugares, los “aristocratizantes” Club Uruguay y Jockey Club, las funciones de ópera del Teatro Solís, las fiestas dadas por las damas de la misma clase social. La mayoría enviaba a sus hijos a colegios privados y a menudo religiosos, aunque consideraban que la religión era “cosa de mujeres”. Así los miembros de la clase principal “... se conocían, intimaban y, por fin, se unían”.
Esta clase alta imitaba los gustos y las modas europeas. A diferencia del antiguo patriciado, sencillo y austero, la “gente principal” de fines del siglo XIX tenía necesidad de hacer visible su status.  Por eso su afán se lucir su casa, ricamente amueblada y decorada. El desvelo por la decoración era un reflejo de la moda europea y era impulsada por intereses comerciales, transformando la casa en una especie de espectáculo, variado y recargado, con muebles, cuadros, estatuas, jarrones, porcelanas, cortinados, etc. La ostentación de la riqueza se conseguía a través de la calidad de los materiales; quien se preciara de ser rico tenía objetos de laca, ébano, marfil, mármol y plata.
Las diferencias sociales se podían observar no sólo en las casa y en la vestimenta. En la principal calle de Montevideo, Sarandí entre la Plaza Constitución y la Plaza Independencia, se volcaban todas las clases sociales para pasear y mirar vidrieras, pero la gente principal lo hacía por la acera norte, hacia donde daban los mejores comercios, y el resto por la acera sur.
Pasear por calles y plazas era una costumbre extendida a todos los sectores sociales. Pero la clase alta tenía más tiempo libre para hacerlo. Los días domingos y de fiesta se visitaban los parques. La quinta del Buen Retiro, luego conocido como Prado era un lugar preferido por las señoras de la clase alta y sus hijas “en edad de merecer”. Llegaban allí en sus carruajes y recorrían infinitas veces los senderos dl parque observadas por los mirones, para regresar al atardecer por la Avenida Agraciada. Encorsetadas y rígidas bajo sus enormes sombreros, las damas habían cumplido con el rito de “tomar aire” y saludar a sus amistades; las jovencitas retornaban ruborosas comentando los galanteos recibidos de los caballeros.
Las familias de clase alta concurrían a lo teatros donde ostentaban sus joyas y vestidos. A fines de siglo había cuatro teatros en Montevideo y el Solís era el más lujoso. Algunas de las divas del teatro europeo concurrieron a representar obras en estos escenarios montevideanos, como Sara Bernhardt o Eleonora Duce. Pero la ópera italiana era el espectáculo favorito. Las clases altas argentinas crearon una nueva costumbre que rápidamente fue incorporada por las familias de la “gente principal”: los balnearios. Familias argentinas construyeron chalets en la playa de los Pocitos, donde la empresa del tranvía había construido un hotel con terraza al mar e instalaciones para tomar baños. Instalaciones similares se levantaron en la Playa Ramírez y en Capurro.
En las dos últimas décadas del siglo XIX se formaron barrios residenciales donde pasaron a residir los integrantes de la clase alta que hasta el momento residían en el centro. El Paso del Molino, el Puente de las Duranas y el Prado fueron las zonas donde se levantaron magníficos edificios y quintas espléndidas donde residían familias de renombre como los Farini, Fynn, Victorica, Montero, Berro, Zorrilla, Paullier, Tajes, Salvo, Buxareo, Lussich, Lavandeira, Maeso, Ramírez, etc

LAS CLASES MEDIAS


Los sectores que las componían se caracterizaban por el acceso a ciertas comodidades (cercanía del centro, viviendas con agua y luz y en algunas ocasiones sirvientes), posibilidad de acceder a la educación media e incluso a la superior y la seguridad de tener un sueldo (no depender de un jornal) o una empresa propia aunque pequeña y no realizar tareas manuales. Se estima que para fines del siglo XIX el 40% de los habitantes de Montevideo tenían esas características. Pero las clases medias no eran homogéneas y había diversidad de ingresos y comodidades.
En la parte más baja de estas clase medias se encontraban los empleados de comercio y los empleados públicos. Estaban próximos a las clases bajas por sus ingresos y sus largas jornadas de trabajo, pero intentaban diferenciarse de aquellos y se consideraban distintos de los habitantes pobres de los suburbios, “los orilleros”. Deseaban el ascenso social a través de un ascenso en su trabajo o logrando que algún hijo cursara una carrera universitaria.    Los empleados públicos estaban sometidos a los vaivenes de los cambios de gobierno y de los recursos que estos tenían, por lo tanto estaban sujetos a despidos, atrasos en los pagos y rebajas en los sueldos. Era frecuente que el atraso en cobrar los obligara a abandonar su trabajo o vender el “derecho al sueldo” a un usurero. Según los periódicos de la época era frecuente el abandono del cargo por parte de maestros y policías.  Cuando el gobierno se encontraba con problemas financieros un forma fácil de solucionarlo era bajando los gastos despidiendo personal.
    Los empleados privados tampoco tenían seguridad de mantener su trabajo y eran frecuentes los despidos en represalia por hacer reclamos u organizarse. Los empleados de comercio no tenían descanso semanal porque se trabajaba todos los días. Comentaba un periódico en 1877 que “hay empleados de comercio que hace tres meses que no salen de sus tiendas, no teniendo un momento de paseo, no ya como goce natural y legítimo sino como una condición higiénica”.
El sector medio de las clase medias estaba integrado por pequeños comerciantes, almaceneros, panaderos, carniceros, muebleros, empleados públicos con cierto rango (jefes de oficina, profesores, maestros) y profesionales que iniciaban su labor y aún no tenían muchos clientes. Muchos de ellos no dependían de un salario y se sentían partícipes de la sociedad esperando el momento del salto hacia un mejor status. Los jerarcas públicos se consideraban seguros en sus puestos de trabajo y alardeaban de su libertad de pensamiento; algunos alardeaban de simpatizar ideas radicales, aunque la mayoría eran votantes colorados ya que a este sector debían su puesto público ( hacia casi medio siglo que el P. Colorado gobernaba). La mayoría de este sector vivía cerca del centro de la ciudad.
El sector medio alto convivía en el centro con la clase alta; muchos estaban vinculados por su actividad a la “gente principal”, como profesionales, gerentes, comerciantes de cierta importancia, industriales en ascenso, etc. Trataban de parecerse en gustos y costumbres a la clase alta, aunque a veces alguno de sus integrantes mostraba actitudes de disconformidad con el sistema social, sobretodo cuando se sentía despreciado por “los de arriba”.

LOS SECTORES POPULARES
Hacia el año 1900 los sectores de clase baja constituían el 50% e la población montevideana. Lo integraban modestos quinteros y peones de las zonas suburbanas, artesanos y obreros, sirvientes, soldados y policías, y se engrosaba permanentemente con los inmigrantes procedentes del exterior y los que provenían de la campaña desalojados por la modernización del campo.
Los que vivían en las zonas más alejadas del centro (las orillas) compraban un solar y construían su modestas viviendas; era allí donde estaban los centros de trabajo más importantes: los talleres del ferrocarril en Peñarol, las curtiembres en Maroñas y Nuevo París o los saladeros en el Cerro y el Pantanoso. También había sectores populares residiendo en el centro donde se podía alquilar a bajo precio una pieza en las llamadas casas de inquilinato o conventillos.  Los conventillos unas veces eran edificios proyectados para cumplir esa función, con el propósito de albergar en sus piezas a los inmigrantes recién llegados al puerto y que aún no tenían ubicación definitiva. En otros casos se trataba de antiguas casonas venidas a menos cuyas grandes piezas eran divididas por tabiques de madera. Hacia fines de siglo había más de mil conventillos en Montevideo, con unas 12 mil piezas donde se alojaban 30 mil personas.
En el conventillo y en las orillas se van a encontrar dos tipos humanos característicos de la clase baja: el “gringo”,que era el inmigrante del exterior, y el “compadrito”,que, las mayoría de las veces, era el inmigrante del interior.
El gringo, se entregaba a todo tipo de trabajo, trataba de ahorrar en base a sacrificios privándose de muchas comodidades, para instalarse por cuenta propia y “salir adelante”. Si prosperaba ponía un “boliche” o compraba solares baratos para hacer modestas construcciones y alquilarlas. Las ganancias obtenidas eran ahorradas para seguir invirtiéndolas y comenzar a su ascenso social.
El compadrito es el habitante de campo desplazado por el alambramiento y la modernización del campo. Se siente atrapado entre el campo alambrado (que ya no lo necesita) y la edificación del centro. Su ambiente natural es la orilla de la ciudad, el arrabal, el “bajo”. Sin trabajo y despreciando las tareas manuales de la ciudad, sin educación y sin posibilidades ciertas de cambiar de vida, será un elemento marginal. Altanero y prepotente se siente obligado a demostrar su valentía. El habitante del campo no necesitaba demostrar su coraje por que lo demostraba en las tareas cotidianas, enlazando, domando, etc. Este desplazado del campo a la ciudad, este gaucho sin caballo, compadrea, patotea y “hace pinta”, presumiendo de su coraje, su destreza con el puñal o su facilidad para atraer a las mujeres.
Estos dos elementos desplazados, los inmigrantes procedentes de Europa y los campesinos expulsados del campo, pronto comenzaron a entenderse. Se cruzaban en los patios de los conventillos o en los bailes de los arrabales. Hubo un intercambio cultural que desembocó, por ejemplo en un lenguaje nuevo, propio de ese ambiente de las orillas: el lunfardo, donde se mezclaba el idioma español con palabras italianas deformadas. La música que identifica al Río de la Plata, el tango, también le deberá mucho a esa mezcla.
Los obreros eran un sector en crecimiento a medida que crecía la industria. La política proteccionista impulsada por las leyes aduaneras llevaron a la inversión en pequeñas fábricas que generaron un nuevo tipo de empleo: los trabajadores industriales. Sus condiciones de trabajo y nivel de vida eran poco seguras ya que no había ningún tipo de protección al trabajador. Los salarios dependían exclusivamente de la demanda y oferta y la inmigración desde el exterior y desde el campo, presionaban los salarios hacia abajo.  Los horarios de trabajo promedio superaban las diez horas. En 1901 los tranviarios denunciaban que su trabajo era de 18 a 21 horas por día; los obreros de los molinos trabajaban 15 horas por día.En los años 70 se formaron los primeros sindicatos y en la década del 90 ocurrieron las primeras grandes huelgas. Una de las principales aspiraciones era la de reducir la jornada de trabajo.


Una de las principales fuentes de trabajo en la ciudad eran los saladeros. El salario por hora del trabajador especializado en los saladeros era elevado; pero como la faena era zafral, 6 o 7 meses en el año, apenas si podía mantenerse durante el tiempo que el saladero no trabajaba. Para recibir más salario en época de zafra debía trabajar a destajo, o sea durante muchas horas. En 1908 un obrero indicaba en el diario “El Día”: “¿Qué importa que se apruebe el proyecto del señor Batlle y Ordoñez y que la jornada de 8 horas sea un hecho, si subsiste el trabajo a destajo? Poco o nada. Esta clase de trabajo es un acicate de que se valen los patrones para hacer trabajar más, en menos tiempo y con más economías para él. Del trabajo a destajo se valen para graduar la resistencia de cada obrero y calculando por el que más resiste, fijan los salarios por lo que aquel haya producido sin tener en cuenta que todos no tienen las mismas aptitudes; de donde se sigue luego la selección, las envidias que dividen a los obreros, la lucha entre sí por el puesto, y como consecuencia la reducción del salario”.
La antigua costumbre de entregarle carne y un solar al obrero para que hiciera su vivienda desapareció al acentuarse el rasgo capitalista de las empresas. Con el frigorífico la carne se valorizó más y los saladeristas no daban “ni la sangre de una res”. El alquiler de una vivienda se convirtió en el gran gasto de los obreros. Las habitacionesd de los conventillos eran caras además de antihigiénicas. Un informe de 1908 señala que había un promedio de tres personas de habitación, y en ella se dormía, cocinaba, lavaba y tendía la ropa,  careciendo de agua corriente, electricidad y baño privado. La tina, el aljibe, el carbón y el querosene eran los recursos utilizados. Si se necesitaban dos piezas por tener un número elevado de hijos, cosa frecuente, el alquiler absorbía hasta el 40% del sueldo promedio de un obrero.

EL MOVIMIENTO OBRERO EN URUGUAY
 ¿Cómo reaccionaron los trabajadores frente a los problemas?  Las reacciones fueron diversas. La primera y más común fue la protesta espontánea y desorganizada. A ella recurrieron frecuentemente los empleados públicos, por ejemplo los empleados municipales de Montevideo y los empleados del Correo en 1873, los primeros por despidos y los segundos pidiendo aumento de sueldo.
 Un paso importante fue la creación sociedades de socorros mutuos o mutuales. Su finalidad era prestar ayuda a los miembros enfermos o imposibilitados de trabajar y para eso creaban un fondo común. La vinculación entre los trabajadores que creaba el mutualismo y la experiencia común llevó a las mutuales a transformarse en sindicatos. El fondo común se transformaba en “caja de resistencia” cuando se producía una huelga y los trabajadores no cobraban. Las primera mutuales fueron las ya mencionadas de los tipógrafos y la de los reposteros, la de los maestros, la de los albañiles, las de los tapiceros, etc.
            Otro de los instrumentos usados por los trabajadores en sus reclamos fue la huelga. La primera huelga conocida en Uruguay correspondió a los carpinteros en 1876 que reclamaban mejores salarios y el reconocimiento de su derecho a formar un sindicato. En 1880 se produce la huelga de los mineros de Cuñapirú (Rivera) contra las condiciones de trabajo impuestas por la empresa francesa que extraía oro en esa zona. En 1884 se produce una huelga de fideeros que es llevada a cabo por todo el gremio.  En 1885 los tipógrafos se levantan en huelgan reclamando la disminución del horario de trabajo que llegaba a 14 horas diarias. Entre 1885 y 1895 hay una disminución del movimiento sindical y las huelgas y reclamos prácticamente desaparecen, se vivían los momentos de prosperidad y de ilusiones en el progreso (la “época de Reus”) previa a la crisis de 1890. Ese año se conmemoró por primera vez en Uruguay el 1 de Mayo en recuerdo a los “mártires de Chicago” pero los despidos y rebajas salariales que provocó la crisis no estimularon la actividad sindical que se había desorganizado. Recién en 1895 se vuelven a movilizar los sindicatos produciendose huelgas en la industria del calzado y en la construcción, reclamando aumento de salarios, reducción de la jornada de trabajo y reconocimiento del sindicato como representante de los trabajadores. En 1896 se desarrolla una huelga de portuarios que dura 26 días.
 Para esa época las organizaciones de trabajadores no sólo se dedicaban a hacer reclamos de mejoras en las condiciones de trabajo sino que, por influencia de las corrientes anarquistas y marxistas, realizan fuertes críticas a la sociedad y procuran generar una “ conciencia   de clase obrera” distinta a las otras clases sociales y con objetivos propios: crear una sociedad sin explotación laboral. A partir de entonces la actividad sindical tuvo un importante contenido ideológico, produciéndose incluso un fuerte debate entre las distintas corrientes acerca de la mejor manera de organizar a los trabajadores.
A comienzos del siglo XX el sindicalismo se organizo y levantó vuelo.
            En 1901 y 1902 se organizan numerosas “sociedades de resistencia”, como se llamaba a los sindicatos, cuyos reclamos giraban sobre dos puntos: aumento salarial y reducción de la jornada de trabajo. El periódico anarquista “Tribuna Libertaria” decía: “No hubo trabajador en Montevideo que no se sintiera agitado por aquel soplo gigantesco de entusiasmo, que como un primer formidable estremecimiento de lucha pasó por todo el pueblo”. La publicación exageraba el apoyo popular que en realidad aún era reducido, pero lo cierto es que se organizaron diversos sindicatos por oficios: sastres, peones de barracas, albañiles, estibadores, foguistas, peluqueros, curtidores, zapateros, carpinteros, planchadoras, panaderos, peones de saladero, cortadores de carne entre otros.
Reclamando los dos puntos antes citados hubo huelgas entre los trabajadores de la construcción que estaban reformando el puerto de Montevideo, en los saladeros del Cerro y en la industria de la madera. En 1903 los zapateros se levantan en huelga reclamando aumento de salario y los canillitas hacen huelga contra “La Tribuna Popular” y “El Día” reclamando mejoras en las condiciones de venta de esos diarios. Durante el conflicto la policía se encargó de vender los diarios, hubo enfrentamientos callejeros resultando herido de bala un canillita y hubo detenciones y castigos corporales en las comisarías.
A diferencia de lo ocurrido en 1897, la guerra civil de 1904 no interrumpió la actividad sindical. En 1905 se habían desarrollado sindicatos en casi todas las industrias importantes de Montevideo (eso no quiere decir que todos los trabajadores estuvieran afiliados) y además había sindicatos en algunas ciudades del interior como Salto, San José, Paysandú y Mercedes. El sindicato de trabajadores ferroviarios cumplía una función importante como nexo entre los sindicatos de Montevideo y los del interior.
Desde sus orígenes la actividad sindical estuvo vinculada con las llamadas ideologías obreras (“las ideas perturbadoras” como decían los conservadores). A comienzos del siglo XX predominaba el anarquismo que había llegado a nuestras costas con los inmigrantes españoles e italianos. Tenían una interpretación radical de la lucha utilizando la acción directa y, a diferencia de los socialistas, no impulsaban a los trabajadores a organizarse en un partido político para acceder al gobierno. Aceptaban como única forma de organización la federación voluntaria de trabajadores libres (de ahí que también se les conociera como libertarios).
En marzo de 1905, por iniciativa de la Federación de Trabajadores del Puerto de Montevideo se reunió una asamblea de delegados de la mayoría de los sindicatos existentes para crear una federación de trabajadores. Esta se constituyó en agosto de ese año con el nombre de Federación Obrera Regional Uruguaya (FORU) primer central sindical del Uruguay que intentaba coordinar la actividad de todos los sindicatos y consagraba el anarquismo como fundamento ideológico. Al consagrar una doctrina determinada en su declaración de principios alejaba de su seno a los sindicatos en los que predominaba otra ideología que no fuera la anarquista (socialistas, católicos) lo que perjudicaba la unidad total de todo el movimiento obrero.


La lucha por las 8 horas.- En 1905 y 1906 se desarrollaron movilizaciones de trabajadores reclamando la reducción de horario de trabajo a un máximo de 8 horas diarias. En algunos casos las huelgas obtuvieron sus frutos y lograron que algunas empresas establecieran el horario reclamado. Pero dependía de la fortaleza del sindicato y no se lograba que la medida se extendiera en general a todos los trabajos. En 1907 ocupa la Jefatura de Montevideo Jorge West, dirigente empresario, que aplicó la represión sistemática contra las medidas sindicales tratando de quebrar al movimiento obrero. En 1908 fue derrotada una huelga de los ferroviarios y el sindicato de estos quedó prácticamente disuelto lo que debilitó a todo el movimiento sindical.
 Entre 1911 y 1913 se desarrollaron nuevas huelgas. La más importante fue la de los tranviarios que culminó victoriosamente luego de convocarse a un paro general de solidaridad en el que participaron más de 50 mil trabajadores. Teniendo en cuenta que en ese momento los trabajadores afiliados a los sindicatos que integraban la FORU eran sólo 7 mil, debemos sacar en conclusión que las organizaciones eran débiles pero su mensaje llegaba a muchos más trabajadores de los que estaban organizados.  Los trabajadores no sólo se comunicaban en su trabajo, también lo hacían en los lugares donde vivían ya que se concentraban en determinados barrios. En Montevideo las barriadas obreras se extendían por Peñarol (donde estaban los talleres ferroviarios), Maroñas y Nuevo París (curtiembres), Cerro y Pantanoso (saladeros y frigoríficos). También había una importante presencia de obreros en Paso Molino, Miguelete, Pocitos y en la zonas del Centro donde se hacinaban en los conventillos. De estas últimas zonas salían los obreros más combativos (portuarios, tranviarios, gráficos) tal vez por la concentración de miseria y la mayor ideologización. Analizando los resultados electorales se observa el predominio en estas zonas del voto hacia el batllismo y el socialismo, en cambio en los barrios obreros antes mencionados predomina el voto hacia sectores conservadores vinculados a las empresas. La explicación de esto tal ves está en la procedencia rural de muchos de los trabajadores afincados en aquellas zonas. 
En 1913 el mundo entró en crisis económica y  fue un año terrible para los trabajadores uruguayos que soportaron despidos masivos y rebaja de sueldos. La lucha por las 8 horas se intensificó argumentandose a su favor no sólo la necesidad de mayor descanso para los trabajadores sino que habría más lugares de trabajo para ocupar ya que se repartiría el horario de trabajo. En las condiciones creadas por la crisis era muy dificil tener éxito utilizando el mecanismo de la acción directa contra los patrones que utilizaba el anarquismo. Por eso por fuera de los sindicatos afiliados a la FORU surgieron Comités Obreros que utilizaban otras estrategias para obtener resultados.
 En 1915 el Parlamento aprobó la ley que limitaba la jornada de trabajo a un máximo de 8 horas, luego de veinte años de lucha sindical. Se vivía entonces el “reformismo “ de Battle y Ordoñez que llevó adelante la consagración de diversas leyes (algunas quedaron en proyecto, otras se demoraron en aprobar) que daban respuesta a los reclamos obreros. Porque no sólo el horario de trabajo y los salarios preocupaban a los trabajadores. Un grave problema era el trabajo de los menores. Un censo de 1908 revela que el 18 % d los empleados montevideanos eran menores de 18 años. En 1911 había más de mil menores de 15 trabajando en la industria o el comercio. El trabajo de niños era importante en molinos, talleres d calzado, fábricas de sombreros, de fósforos, de tabaco, de galletitas, de ropa y de vidrio. Un informe de la Oficina de Trabajo de la época se refiere al trabajo infantil en las fábricas de vidrio: “ Falanges de niños de aspecto triste y enfermizo, vestidos pobremente, descalzos, trabajan jornadas de 8 horas soportando una temperatura media de 50 grados, acarreando las piezas elaboradas o abriendo y cerrando los pesados moldes en un ir y venir fantástico, tiznados y jadeantes...”. En 1910 el diputado socialista Emilio Frugoni denunció en la Cámara de Representantes que niñas de 10 de edad trabajaban en una empresa textil durante 10 horas diarias por 15 centésimos el día (el jornal promedio de un mayor superaba un peso diario).  También dentro del reformismo batllista se reglamentó el trabajo de m

LA SOCIEDAD RURAL

Los cambios producidos en la explotación ganadera dejaron su huella sobre la sociedad rural. Al tope de la escala rural se mantenían los grandes estancieros, cuyo poder económico provenía de la posesión de latifundios asegurada con el orden impuesto en el campo a partir de los gobiernos autoritarios. El alambramiento, el Código Rural, la policía de campaña, fueron algunos de los elementos que aseguraron la propiedad de los grandes estancieros, desalojando a aquellos que no podían demostrar sus derechos sobre la tierra.
La clase alta rural poseía campos mayores a las dos mil hectáreas. Según cálculos efectuados en la primera década del siglo XX, unos 250 propietarios poseían campos mayores a cinco mil hectáreas, ocupando el 20% del territorio del totla de los campos del Uruguay.
Según la forma en como encararan la explotación había dos tipos de estancieros. Unos innovadores, radicados especialmente en el litoral y en el sur tomaban la estancia como una empresa donde los cambios en la explotación del ganado aseguraban un mayor rendimiento. Los otros, tradicionales, radicados en el norte y el este, particularmente en los departamentos fronterizos, mantenían la explotación extensiva de ganado vacuno criollo. Muchos de estos eran brasileños. En Artigas, Salto y Rivera el 40% de los hacendados eran de ese orígen. Estos estancieros tradicionales permanecían, por lo general, en sus estancias, a diferencia de los otros que residían en Montevideo o en las capitales departamentales.
A ésta división hay que agregar otra en las primeras décadas del siglo XX. El nuevo modelo económico que iba penetrando con lentitud en la campaña (mestizaje, cría de ganado para abastecer el frigorífico) determinó que dentro de la clase alta rural se formara un grupo dedicado a una explotación especializada en reproductores para mestizar (cabañeros) y otro dedicado al engorde en campos con abundante pasto y cercanos a los frigoríficos (los invernadores). Estos tenían intereses particulares que a veces eran distintos a la del resto de los grandes estancieros. Esto creo tensiones dentro del hasta entonces unido sector latifundista. Los estancieros que querían mestizar dependían de los cabañeros y de los precios que estos pusieran a sus toros de raza. Por su parte los invernadores sacaban ventajas de que los frigoríficos necesitaban ganado con abundante carne en cualquier época del año y no todos los estancieros tenían buenas pasturas. Por lo tanto los invernadores compraban ganado barato a los otros estancieros para engordarlos y venderlos a mayor precio a los frigoríficos.
Había una clase media rural formada por estancieros medianos y arrendatarios cuya situación era inestable. Muchos estancieros medianos y aún pequeños sobrevivían con la explotación ovina que no requería gran cantidad de campo y daba buena ganancia en los momentos de auge de los precios de la lana.


 También a los sectores medios pertenecían los productores agrícolas ubicados preferentemente sobre el litoral y el sur del país. Este sector creció con la incorporación de tierras a la agricultura (de 200 mil hectáreas en 1878 a 450 mil en 1900). Eran sobretodo productores de trigo y maíz, así como de hortalizas y verduras para el consumo de las ciudades. Cerca del 50% de los agricultores eran arrendatarios y un porcentaje alto de los propietarios era minifundista. Gran parte de estos agricultores, debido a la insuficiencia de tierras, al atraso tecnológico, la baja productividad y el agotamiento del suelo, vivían en una situación de miseria y desamparo. ¿Por qué, si apenas subsistían con ella, se dedicaban a la agricultura? Los historiadores Barrán y Nahum consideran que no había otra actividad donde ganarse la vida en el campo; para la ganadería había que tener cierto capital inicial y además ya no había más tierras disponibles; la industria recién comenzaba y le alcanzaba la mano de obra que había en la ciudad que aumentaba permanentemente por la llegada de inmigrantes; y el estado aún no se había desarrollado como para generar puestos de trabajo como ocurrirá en el siglo XX.

EL PROLETARIADO RURAL
Por debajo de estos sectores medios se encontraba el “pobrerío rural” afectado por la desocupación y la baja de los salarios que habían sido provocados por la modernización del campo. La desocupación era una consecuencia de los cambios técnicos: el alambramiento y la introducción de máquinas de esquilar que dejaban sin trabajo a quienes realizaban tareas ganaderas; el ferrocarril había dejado sin trabajo a los carreros y troperos. La desocupación era más acentuada en las zonas de predominio de cría de vacunos y menor en las zonas dedicadas a la cría de ovejas por que estas requerían más personal.
La desocupación aumentó la oferta de mano de obra y como consecuencia la caída de los salarios. Esto se agravó por el aumento del costo de vida y algunos trabajaban sólo por la comida. Las personas innecesarias en las estancias se trasladaron a los suburbios de las ciudades o se establecían en pequeños y míseros pueblos conocidos como “pueblos de ratas”. Allí eran comunes las uniones temporales, sin matrimonio permanente, los hijos ilegítimos, el analfabetismo y la mortalidad infantil. Las posibilidades de escapar a la miseria eran pocas porque pocas eran las oportunidades laborales: changas zafrales en las estancias o en las plantaciones, la reparación de caminos, el ingreso al ejército o la policía. En ocasiones las salidas eran al margen de la ley: el robo de ganado (los matreros) o dedicarse al contrabando desde la frontera con Brasil.
Según los datos obtenidos en un censo del año 1908, Barrán y Nahum deducen que el proletariado rural, compuesto por peonadas y sectores marginados sin ocupación fija, constituían el 65% de la población rural. El proletariado era numericamente débil comparado con otros países latinoamericanos y ello se debía a la explotación ganadera extensiva que requería escasa mano de obra (un peón cada mil hectáreas, según cálculos de la época). Además los sectores trabajadores del campo estaban dispersos en enormes extensiones de tierra lo que dificultaba su organización y le quitaba peso en la sociedad. No tenía la conciencia de formar un sector social con intereses propios y por lo tanto no aspiraba a cambiar su situación. Luis Alberto de Herrera, en un informe que realizó para Federación Rural en 1920, anotó que la mayoría de los peones no ambicionaba nada “vegeta, no ahorra, piensa poco, no establece diferencias entre el presente y el porvenir; vive al día”. El peón podía ser considerado por los hacendados como “insolente” y “vago”, pero no peligroso socialmente.
Esta actitud era aprovechada no sólo por los patrones rurales, sino por los de la ciudad, que contrataban pobres del campo cuando los obreros hacían huelgas. Tal lo que ocurrió en 1905 en la huelga de los saladeros, las barracas y el puerto. Muchas huelgas fracasaron cuando las tareas de los obreros eran hechas por los marginados rurales traídos expresamente con esa misión.
En el campo los salarios eran más bajos que en la ciudad y el trabajo seguía siendo como siglos atrás de “sol a sol”. La jornada se iniciaba a las cuatro y media  de la mañana y concluía a mediodía, reiniciándose a las dos de la tarde hasta las 7 de la noche. Una de las razones que alegaban los estancieros para pagar salarios bajos era que se encargaban de la alimentación de los peones. Pero esta era monótona y a veces escasa: puchero de oveja con fariña (pirón) o asado a mediodía; de noche guiso de arroz o porotos. En la mesa del peón abundaba la carne pero faltaba fruta y verdura. Era una alimentación rica en proteínas y grasa y pobre en vitaminas. La alimentación, el frío y las cabalgatas ocasionaban enfermedades renales y reuma. En la mayoría de las estancias no había baños ni servicios sanitarios y, según una crónica del año 1916 “se utiliza muy poco jabón”.
A partir de 1905 se incrementaron las fuentes de trabajo en el campo. Las causas fueron varias: el crecimiento de la agricultura, la expansión de la cría de ovinos y el desarrollo de la lechería. Fuera de la actividad productiva rural, la mano de obra de la campaña encontró empelo sirviendo al estado: el ejército y la policía duplicaron sus integrantes entre 1903 y 1914. El batllismo vio en ello la mejor solución contra las revoluciones blancas: por un lado aumentaba el número de soldados del gobierno y por otro dejaba sin soldados a los adversarios disminuyendo una de las causas que movilizaba al pobrerío: el estómago vacío.
La construcción de carreteras en el sur del país y de líneas férreas en el litoral y el este creó fuentes de trabajo para el pobrerío rural. También la creciente industria de Montevideo quitó mano de obra al campo. La Cámara Mercantil de Frutos del País advertía en 1911: “La ciudad atrae demasiado con sus comodidades, con sus lujos, con sus desbordes, en todas las manifestaciones de la vida. Hay que atenuar, pues, los rigores de la vida rural”. Y los estancieros de Paysandú se quejaban en 1913: “Antes había gente que se iba ofreciendo en campaña como peón en las estancias, hoy, en cambio, es el propietario el que debe procurarse los peones que necesita” y reconocían que el hombre de la campaña “ha emigrado del campo para establecerse en las ciudades, atraído por una remuneración más halagadora”.
Pero este reconocimiento del mejor salario urbano no significó que mejorara el salario rural. Mientras entre 1905 y 1913 el precio de la carne vacuna aumentó 150%, el sueldo rural se elevó un 60%. Con un salario de 1905 un peón necesitaba 3 meses para comprar un novillo vendido por su patrón al saladero; en 1913 necesitaba 5 meses de sueldo para comprar ese novillo que su patrón ahora seguramente vendía al frigorífico. No había relación entre los precios de lo que los estancieros vendían y el salario que pagaban.

LOS POBRES MAS POBRES


Si mala era la situación de los peones, peor era la de los marginados sin empleo que habitaban las zonas del latifundio en el norte del país. En Salto, Artigas, Tacuarembó, Cerro Largo y Rivera se encontraban aquellos que el avance tecnológico había dejado al margen de la sociedad. Sobretodo un avance tecnológico que se había detenido a mitad del camino: estancias alambradas pero sin cultivos ni praderas mejoradas, territorios donde el ferrocarril había barrido con los troperos pero no había creado otras fuentes alternativas de labor. En las orillas de los pueblos, en los caminos, en las orillas de algún latifundio o en alguna tierra que estaba en litigio, se formaban rancheríos conocidos como “pueblos de ratas”. Los nombres que les daban eran pintorescos y algunos irónicos: Sacachispas, Las Casillas, La Paloma, La Humedad, Las Ratas,  El Carancho, La Capilla, Pueblo de Dios, entro otros.
Las viviendas no llegaban a ser un rancho de barro y paja, sino una miserable choza cubierta con latas, ramas, trozos de cuero o pedazos de poncho; era una única habitación “en donde duermen en promiscuidad los padres y los hijos, que por una gran casualidad podrán bajar de ocho”. A veces tenían gallinas y plantaban unos granos de maíz. Un Juez de Paz informaba en 1910: “He visto muchas veces a las mujeres labrando a fuerza de azada fracciones de tierra que no alcanzaban a cincuenta metros para poder plantar algo de maíz. A tales extremos se reducen. ¿Qué puede producirles el cultivo en semejantes condiciones? Y así viven en verdaderos chiqueros, hasta que un día son desalojados y salen a rodar por los caminos”.
A veces quienes vivían en el rancherío era la familia de los peones. Los estancieros, en general, no admitían al peón casado y con hijos; el resultado era que la mujer y los hijos se establecían en el rancherío. De esa manea la familia se disgregaba y la relación matrimonial se volvía inestable. También vivían en los rancheríos los trabajadores zafrales como los esquiladores, cuyos brazos sólo se necesitaban entre setiembre y diciembre cuando había esquila de ovejas. La existencia de actividades zafrales originó el “siete oficios”, hombre que se desempeñaba en diversas tareas: esquilador, domador, alambrador, etc. Los minifundistas que no podían mantener sus pequeños campos (frecuentemente atacados por las inclemencias del tiempo y la langosta) también terminaban en el rancherío, sino se marchaban hacia las ciudades.
El analfabetismo, la mortalidad infantil, el altisimo consumo de alcohol y el juego, eran inseparables de la vida de los más pobres. En los rancheríos no había escuela ni atención médica, pero frecuentemente había algún “boliche”. Sobre los “vicios” de aquella gente expresan Barrán y Nahum: “El consumo de alcohol compensaba las deficiencias calóricas y era junto al juego, un intento de escape. Las bebidas adulteradas y baratas minaban la salud pero facilitaban una momentánea sensación de euforia y dominio; el juego encarnó un sistema de valores reflejo de una vida en que lo razonable nunca fue premiado. Los grupos sociales confían en la suerte cuando la estructura económica y social les hace depender del azar”.

enores quedando prohibido para los menores de 13 años. 
 

Modernización del Campo

LA MODERNIZACION DEL CAMPO



CARACTERISTICAS

El proceso de modernización del campo uruguayo se hizo lentamente en varias etapas. Abarco la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX y tuvo momentos de aceleración y momentos en los que se frenaron los cambios. La “modernización” respondía tanto a factores internos como externos, aunque estos fueron los que más incidieron tanto en el tipo de cambio como en la aceleración o no de ellos. Se trataba de una adecuación a las exigencias de los mercados compradores, por lo tanto las exigencias de estos eran las que regulaban esa “modernización”
Dentro de los cambios que se realizaron en el correr del tiempo, tenemos: la cría de ovinos, la mestización de vacunos y ovinos, el alambramiento, las praderas mejoradas, el desarrollo de la lechería. Estos cambios no se hicieron en todo el país a la misma vez y en el mismo momento; hubo quienes los impulsaron y quienes los adoptaron enseguida pero también hubo productores rurales que mantuvieron sus antiguas formas de explotación del campo.
Podemos distinguir tres etapas en este proceso:
1) Los primeros intentos de modernización a mediados del siglo XIX, con los primeros mestizajes, la incorporación de los ovinos y la mejora en la administración de las estancias.
2) El período que se inicia con los gobiernos autoritarios (Latorre y Santos), donde desde el gobierno se crean condiciones internas favorables a la modernización (los sectores rurales reclamaban “orden a cualquier precio” para asegurarse las inversiones). En este período se lleva a cabo el alambramiento, el Código Rural impone en nuevo ordenamiento jurídico y se intensifica la cría de ovinos.
3) La tercer etapa se produce a comienzos del siglo XX con la instalación de los frigoríficos que va imponiendo la necesidad de mestizar para mejorar la calidad de las carnes. También en este período se comienzan a mejorar las praderas (avenales) y se impulsa la lechería.



EL MESTIZAJE

El mestizaje de vacunos comenzó con la introducción de los primeros toros Durham y Hereford a mediados del siglo XIX. Las condiciones económicas y políticas existentes en las últimas décadas del siglo XIX harían suponer que al llegar el siglo casi todo el ganado estaría mestizado pero no fue así.  En 1914 más de la mitad de los animales que se vendían a los frigoríficos y saladeros eran criollos (sin mestizar) o poco mestizados.
Condiciones que favorecían el mestizaje.- A partir de 1875 la condición más reclamada por los estancieros nucleados en la Asociación Rural, estaba dada: la paz interna. Mestizar significaba invertir dinero en la compra de animales reproductores puros y en la construcción de potreros para controlar las cruzas. Los estancieros perdían sus inversiones durante las guerras civiles cuando las matanzas de ganado y la destrucción por venganza eran comunes.
Por eso los estancieros impulsaron y apoyaron un gobierno fuerte como el de Latorre. El orden se mantuvo en el resto del siglo salvo durante la presidencia de Idiarte Borda cuando se produce la primera revolución de Saravia. El vacío que los sectores rurales modernizados le hicieron a Saravia en su primera y en su segunda revolución, la de 1904, y la presión que hicieron sobre el gobierno para que pusiera fin a la rebelión, muestra como se sentían afectados en sus inversiones. La derrota definitiva de las revueltas rurales en 1904, les volvió a dar la tranquilidad tan deseada.
Otras de las condiciones que favorecía la mestización era la situación económica favorable. Los estancieros invertían en la mestización si tenían seguridad de que obtenían buenas ganancias, sino no corrían riesgos. El periodo posterior a la crisis de 1890 había sido bueno y se  valorizaron los campos mucho más que el ganado. Este se faenaba con destino a los saladeros nacionales o se vendía hacia los saladeros de Brasil. Pero el mercado del tasajo era cada vez más reducido. Por otro lado, aparecían nuevos mercados: Montevideo donde su población crecía con la inmigración y se formaba una clase media con gustos más exigentes, los frigoríficos argentinos y Europa.
Para abastecer a estos mercados era necesario mejorar la calidad de la carne: animales con más carne y que crecieran más rápido para faenarlos jóvenes. Para lograra esto había que mestizar. A partir de 1905 el impulso a la mestización lo va a dar la creación del primer frigorífico en Uruguay, al que se va a sumar un segundo en 1912.
En teoría, la demanda de los frigoríficos sólo podía ser satisfecha con novillos mestizos, porque el mercado inglés, adonde iba la carne congelada, exigía carnes de buena calidad, y el ganado criollo no podía darlas. Incluso resultaba más costoso congelar la carne del vacuno criollo debido a su fuerte proporción de agua.
Para los sectores rurales progresistas los frigoríficos significaban progreso y modernización. Decía la Federación Rural, a través de un artículo en el diario El Siglo, en 1909: “Los frigoríficos no son sólo factores económicos en países como el nuestro. Su acción es civilizadora, progresista, educativa y hasta de propaganda en el exterior. Los ganaderos que no han mestizado sus haciendas permaneciendo aferrados a las viejas prácticas y a la cría de criollos, nada tienen que ver con los frigoríficos. Sólo los progresistas son los llamados a recoger los beneficios de esa empresa. Todos saben ya que el frigorífico no faena novillos sino de carne fina y cuyo peso sea por lo menos de 520 kilos; y todos saben también que esos ganados se han pagado este año a 5 centésimos el kilo en pie, mientras los criollos se vendían a preciso mucho más bajos. De esas enseñanzas nace forzosamente el impulso a la mestización”
La mayor demanda también aumentó el precio del ganado mestizo. Luego de la instalación del primer frigorífico, entre 1905 y 1910, el precio pagado por los novillos mestizos fue 15% superior al pagado por los criollos. Además el mestizo tenía mucho más kilos, por lo que se obtenía mayor precio por cada animal.
Condiciones que frenaban el mestizaje.- En teoría los frigoríficos sólo faenaban mestizos, pero en la realidad uruguaya de comienzos del siglo XX, no fue así. La instalación de los frigoríficos norteamericanos y su competencia con los ingleses, lo llevó a comprar todo tipo de ganado. Se pagaban buenos precios por los mestizos, pero también por los criollos, y los estancieros que no querían cambiar la rutina, se mantuvieron sin mestizar.
Los estancieros con mentalidad conservadora no estaban impuestos a realizar cambios mientras su producción siguiera siendo rentable. No tenían excesivas ganancias pero tampoco corrían riesgos. Los cabañeros, que se dedicaban a importar y criar animales puros para luego venderselos a los estancieros, se quejaban de que estos no compraban o querían precios bajos.


Muchos de los estancieros que habían mestizado no  lo habían hecho adecuadamente. Para obtener una mejora notable y que se mantenga en la descendencia de los animales se requiere de una cruza, es decir el animal obtenido de un primer cruzamiento entre un toro puro y una vaca criolla, se vuelva cruzar con un toro puro y mantener estos cruzamientos durante por lo menos 5 o 7 generaciones. Pero lo común era que el animal producto de una primer cruza no volviera a cruzarse con toros puros. Por lo tanto iba perdiendo la “pureza de sangre”. Estos animales eran mestizos, pero no la “cruza” científica. Muchos estancieros se asombraron cuando la Revista de la Asociación Rural explicó la diferencia.
Al no mantenerse el cruzamiento, los animales presentaban algunas características físicas de los puros (Hereford o Durham), pero les faltaba los principal: el peso y el crecimiento rápido.



LAS PRADERAS MEJORADAS

El progreso logrado con el mestizaje no podía mantenerse sin buenos pastos. Desde 1907 la recién creada facultad de Agronomía comenzó a difundir la necesidad de complementar la transformación del ganado con la transformación de las pasturas.
Hasta el momento se utilizaba la pradera natural, o sea el ganado se alimentaba de los pastos que crecían naturalmente y de acuerdo a las condiciones climáticas. Esto tenía sus problemas:
a) Los pastos eran de escasa e irregular producción.  Faltaban en invierno y en los veranos secos, pasando los animales a estar subalimentados durante varios meses.
b) El agotamiento de los suelos.
c) Los animales mestizados perdían sus condiciones de mayor peso y crecimiento si no recibían una buena alimentación. No valía la pena hacer las cruzas si después los animales obtenidos no eran bien alimentados. El crecimiento de los terneros se detenía durante los meses de invierno y al afectarlos en los dos primeros años de vida, luego, cuando fueran animales adultos, por más que los alimentaran no alcanzarían la estructura física que era el objetivo de las cruzas.
Los animales mestizos necesitaban de praderas mejoradas. Los compradores ingleses no se conformaban con la gordura de la carne, también querían calidad. Los productores argentinos ya habían iniciado las mejoras en sus campos plantando alfalfa para alimentar al ganado; esto les permitía criar los vacunos Shortorn cuyas tiernas carnes eran exportadas para alimentar a la clase media británica.
Lo estancieros uruguayos se mostraron reacios a invertir en alfalfares. En Uruguay, país donde daba prestigio social tener mucha cantidad de tierras, muchos creían que mejor negocio que gastar dinero en mejorar las praderas, era comprar o arrendar más campo. Mejorar la pradera requería una inversión inicial de dinero que era mayor de lo que costaba alquilar más campo. Además al plantar el alimento para el ganado se corrían los riesgos de toda tarea agrícola: sequía, insectos, variaciones bruscas del clima, etc.
Además la alfalfa era una planta que requería tierras húmedas con agua subterránea cerca de la superficie. La Pampa húmeda argentina era excelente tierra para la alfalfa, pero no lo era Uruguay. Por eso en nuestro país se prefirió la avena, que se adaptaba mejor al terreno, era más barata la semilla y requería menos mano de obra para preparar la tierra. La alfalfa se destinó a los cabañeros y a mantener los animales más finos (los reproductores de mayor pureza).
Uno de los problemas, o excusa presentada por los estancieros para no mejorar las praderas, era la falta de una mano de obra capacitada. El pobrerío rural no era apto para las tareas agrícolas que detestaba; y los estancieros no creían conveniente arrendar sus tierras a inmigrantes para que plantaran los forrajes, como sí se hacía en Argentina. La solución que se buscó fue la mecanización del campo con el uso de tractores para arar.
Con un sólo hombre manejando el tractor se podían arar hasta 10 hectáreas por día. En 1910 se comenzaron a importar tractores a nafta.
Pero la mejora de las praderas no se extendió como pretendían los estancieros progresistas. A pesar de las exhortaciones de los agrónomos, en 1914 las plantaciones de avena eran apenas el 0,22 % del total de tierras dedicadas a la ganadería. La mayor parte de las plantaciones de avena las realizaba los canarios de Canelones y los suizos de Colonia que vendían sus cosechas a los cabañeros. Como la producción no era mucha los precios eran altos y en varias ocasiones los cabañeros pidieron la gobierno que permitiera la libre importación de avena y alfalfa desde Argentina. Los cultivadores de avena respondieron que si el precio de la  avena era alto se debía a que los estancieros no plantaban avena para sus propios ganados y debían comprarla a los pocos agricultores que se dedicaban a ese cultivo.
La producción de avena era consumida casi en su totalidad por los reproductores puros y no alcanzaba para alimentar a los mestizos. Los estancieros, en general, consideraban que plantar forrajes no era parte de su labor y seguían pensando que plantar y criar ganado eran actividades antagónicas.
La insuficiencia de praderas mejoradas se hizo sentir cuando en 1910 y 1911 se produjo una sequía que provocó una gran mortandad de animales por falta de alimento.



CAMBIOS EN LA EXPLOTACIÓN DE   LOS OVINOS

En la explotación de los ovinos fue donde se observaron mejor los cambios. Hay diversos factores que impulsaron esos cambios.
 Por un lado el incremento de la demanda frigorífica de carne de oveja y el aumento de las compras de lanas motivaron la cría de razas ovinas que cumplieran un doble propósito: obtener lana y carne.
Por otro lado la mayor parte de las majadas estaba en manos de quienes formaban la clase media rural: medianos y pequeños estancieros, que estaban más abiertos a las innovaciones que los grandes propietarios.
Para obtener mejores carnes de oveja se adoptaron las razas inglesas Lincoln, Schropshire y Romney Marsh, disminuyendo el tradicional merino productor de lana. En 1908 el merino constituía el 80% de las majadas; en 1916 había descendido a 40%, siendo ocupado su lugar por las otras razas. También aumentó la cantidad de lana que se obtenía por oveja (de 2 a casi 3 kilos) aunque aún estábamos lejos de las cifras alcanzadas en los países productores de lana (una majada en Uruguay daba el 25% de lo que daba en EEUU o Australia).
Otras innovaciones que se producen en la cría de ovinos a comienzos del siglo XX fueron: el uso de máquinas de esquilar sustituyendo el “esquileo a mano”, el uso del alambrado de siete hilos, la mejor individualización de la propiedad de los animales y el combate contra la sarna.
El uso de máquinas de esquilar permitió hacer más rápida la tarea de esquila pero obligando a los esquiladores a adaptar su tiempo al de la máquina. Solamente los grandes propietarios podían comprarlas, pero también los comerciantes de los pueblos del interior las compraban para alquilarlas a los medianos y pequeños propietarios.


La sarna era la gran plaga de los ovinos que provocaba una pérdida de 10% anual de la producción de lana. Para combatirla se generalizaron los baños para uso de sarnífugos. La construcción de baños, metálicos, de mampostería o madera se difundió en ña primera década del siglo XX pero no de manera uniforme; en la zona sur y litoral fue donde más se construyeron. Los hacendados progresistas eran partidarios de que el gobierno obligara a los productores a construir baños y penara a los que no bañaran a las majadas para hacer las curas. En 1910, durante la presidencia de Claudio Williman se aprobó la ley de Policía Sanitaria Animal que fue reglamentada durante la segunda presidencia de Batlle. A partir de esa ley quedaba prohibido el tránsito de animales atacados de sarna y se designaban veterinarios para inspeccionar las majadas.
También para evitar la propagación de la sarna, pero además para evitar las pérdidas y mezclas de las ovejas, se generalizó el uso de el alambrado de siete hilos. Hasta ese momento el más usado era el de cinco, que debido a los espacios que dejaba entre los alambres permitía el paso de las ovejas. Los grandes estancieros rutinarios se negaban a hacer esta innovación. Una ley de 1913 estableció que el alambrado de 7 hilos, con postes cada 15 metros y piques cada 2 metros, era obligatorio y le daba a los propietarios de tierras un plazo de hasta 10 años para cumplir con la ley.



EL DESARROLLO DE LA LECHERIA

A comienzos del siglo XX nace el tambo en el medio rural uruguayo, en particular en los departamentos cercanos a la capital. Hasta ese momento los tambos estaban en la propia ciudad de Montevideo o sus alrededores, pero comenzaron a instalarse en Canelones, San José, Florida, Lavalleja. En 1913 el Ministerio de Industrias censó casi dos mil establecimientos que producían leche. Muchos de ellos no eran exclusivamente tambos sino que se dedicaban a la cría de vacunos o a la agricultura y como anexo tenían vacas lecheras.
Pero al ser cada vez más rentable la venta de leche fue creciendo el número de quienes se dedicaban a la lechería.
Factores del desarrollo lechero.- Varios factores favorecieron la lechería:
a) El desarrollo del ferrocarril que permitió enviar la leche desde lugares más alejados, aunque no más de 100 kilómetros, del gran centro de consumo que era Montevideo.
b) El crecimiento de la demanda capitalina. No sólo aumentó la población sino que modificó sus hábitos alimenticios y su nivel de vida. La inmigración europea fue un factor importante. Desde Italia, España y Francia llegaron hombres habituados al consumo de queso y leche. Además ellos fueron, en muchos casos, los que se instalaron con tambos y se dedicaron a la fabricación de quesos (por ejemplo los vascos y los suizos)
c) La difusión de la moderna pediatría de origen francés que dio un mayor valor a los productos lácteos. Los médicos pediatras insistían en el valor nutritivo y lo esencial para el crecimiento de los niños de la leche.
d) El apoyo que le dio el gobierno, en particular Batlle y Ordoñez, quien veía en la lechería la forma de combatir el latifundio y poblar la campaña. En la forma de ver de Batlle, la lechería permitiría poblar el medio rural, diversificar la producción e instalar industrias que trabajaran con la leche. De esta manera se extendería la clase media rural y disminuiría el poder de los latifundistas. Basándose en estos razonamientos el gobierno aumentó los impuestos  a la manteca y a la crema de leche provenientes del exterior.

Características de la explotación lechera.- La lechería obligaba al productor a asumir algunos cambios en la forma de trabajar y esto incidió en su mentalidad.
El tambero debía modificar la naturaleza del ganado mucho más que el productor de carne o lana. Este último se regía más por las leyes de la naturaleza que las del mercado. En la lechería el contacto con el mercado era constante. La demanda diaria y la imposibilidad de conservar la leche por mucho tiempo, obligaban a mantener una producción permanente.
En el tambo las hembras eran las protagonistas, no los machos; a menudo se sacrificaban los terneros para que las vacas, al no amamantarlos, aumentaran su producción de leche. Al tambero le convenían las pariciones más seguidas por que eso aumentaba el volumen de leche que disponía la vaca, sobretodo en invierno, cuando las pasturas escaseaban y la leche disminuía. La vida del animal hembra tenía más valor en el tambo que en la estancia productora de carne, por que el animal valía por lo que producía; la vaca era como un máquina de dar leche, de la cual podía extraerse, aplicando las adecuadas tecnologías otros productos como quesos, manteca y crema.
La forma de pensar del tambero se adaptó a estos hechos. El animal requería ser manejado de acuerdo a las exigencias del mercado y debía utilizar las formas que permitieran aumentar la cantidad de leche, interviniendo en los procesos naturales (matanza de terneros, pariciones en invierno, ovariotomía que permitía obtener leche más rica en grasas). Esto generaba una mentalidad más “burguesa” que la del estanciero tradicional.
La lechería se podía explotar por aquellos que no poseían grandes capitales. El tambo, en esos primeros años de desarrollo, no requería de una gran inversión para ser instalado. El ganado lechero era barato; los galpones piso de tierra y piso de paja, no se utilizaban máquinas de ordeñar ni de refrigerar. Las actividades se podían hacer familiarmente. Era una actividad ideal para quien tenía poco capital pero mucha voluntad, por ejemplo los inmigrantes.
La lechería requería más personal que la estancia tradicional, pero era una tarea que se podía hacer por parte de la familia del tambero. Este, a diferencia del estanciero tradicional no podía ausentarse y dejar en manos de capataces la explotación. Era necesaria su presencia permanente para dirigir las tareas.
En general la actividad lechera no la realizaron propietarios de tierras, sino arrendatarios: se alquilaban tierras para criar ganado lechero. Como los tambos, debido a la deficiencia de transportes, debían estar cerca de su centro de consumo que era Montevideo, los precios de los arriendos de las tierras en un radio de cien kilómetros de la capital crecieron desproporcionadamente.
El tambo estaba forzado a vivir cerca de Montevideo por dos razones: el carácter perecedero de la leche y las deficiencias del transporte. La mayoría de los tambos carecían de sistemas de enfriamiento de la leche. En el verano eso significaba que la leche no podía tardar más de tres horas en llegar a los consumidores. La leche era conducida por pésimos caminos en carros hasta las estaciones del ferrocarril. Aquí los tachos quedaban al sol hasta que era cargados al tren. El ferrocarril carecía de vagones refrigerados y los tachos marchaban junto con el resto de la carga. La Federación Rural se quejaba en 1910 diciendo que “... la leche y otros productos alimenticios vienen en pésimas condiciones en los ferrocarriles; en los mismos vagones en que viene la leche, vienen los recados, los colchones y los forrajes, que pueden ser vehículo de enfermedades. En completo hacinamiento viene todo género de mercancías y encomiendas y algo más: cadáveres de seres humanos fallecidos de cualquier enfermedad que son recibidos como una carga cualquiera...”.


Si bien el tambo no requería una inversión grande para instalarse, si era necesario disponer de capital para mantenerlo debido al precio de los arriendos y la compra de forraje. Quines no plantaban forrajes para mejorar las praderas se veían en dificultades al llegar el invierno y las vacas se quedaban sin pasturas. La disminución en la producción de la leche era más perjudicial para el tambero que la disminución del peso de las vacas para un estanciero tradicional.



LA CRISIS DEL SALADERO

La industria saladeril siempre había presentado una limitación en su desarrollo que estaba dada por los escasos mercados a los que se dirigía su producción. Dos eran los países compradores: Brasil y Cuba. En el correr del siglo XIX las crisis que afectaban a esos dos países reducían sus posibilidades de compra y esto repercutía en un descenso de las ventas de tasajo.
Al comenzar el siglo XX se produjo un estancamiento en las ventas que terminará en la crisis final y la liquidación de los saladeros. Los principales factores que inciden en ese estancamiento son el proteccionismo aplicado por Brasil y el aumento del valor del ganado que lo volvió muy caro para los saladeros.
Entre 1895 y 1904 los impuestos que aplicaba Brasil al tasajo que importaba de Uruguay subieron un 250% y entre 1905 y 1907 se elevaron en un 120%. Esto produjo alarma entre los saladeristas y los etancieros orientales.El aumento de los impuestos aduaneros por parte de Brasil tenía fines proteccionistas. El poder económico y político de ese país se había desplazado desde el norte azucarero (principal consumidor de tasajo) al centro-sur dedicado al cafe y a la cría de ganado. A los estancieros y  saladeristas brasileños les intentaban frenar el ingreso de las carnes uruguayas para que no compitieran con ellos. Por otra parte a los productores del café les interesaba un mayor ingreso de dinero al estado, por medio de los impuestos aduaneros, para subvencionar a la producción de café (el estado compraba el café no exportado para impedir la caída de los precios).
Con el aumento de los impuestos aduaneros, el precio del tasajo uruguayo que se vendía en Brasil aumentó  considerablemente, a tal punto que en el propio Congreso de Brasil un diputado exclamó que el tasajo uruguayo “parecía jamón”. Costaba tanto como la carne fresca brasileña, aunque tenía una ventaja sobre esta: se mantenía en buen estado en la zona tropical, pudiendolo almacenar y trasladar a largas distancias.
El otro factor que incidió en la crisis del saladero fue el aumento del valor del ganado. Esto fue provocado por dos razones: la valorización de la tierra y el mestizaje. El mestizo no era el animal más apto para el saladero por su alto costo; si bien se podía obtener más carne de él, esto no compensaba su mayor el mayor precio que debía pagar el saladero. Y no se podía pasar ese aumento al producto exportado por que sino no se podía competir con el tasajo hecho en Brasil.
Con los primeros frigoríficos el valor del ganado aumentó más ya que hubo más demanda. Para los saladeristas se hizo insostenible su situación ya que si aumentaban el precio del tasajo perderían sus clientes.
Búsqueda de soluciones para el saladero.- SE buscaron nuevos mercados para colocar el tasajo. Los cónsules uruguayos en Francia y Bélgica trataron de que los habitantes de aquellos países se acostumbraran al consumo de tasajo pero no obtuvieron éxito. Los europeos no aceptaban el sabor del tasajo y además, según informaba el cónsul en Bélgica, los obreros carecían del tiempo suficiente para preparar el tasajo que requería varias horas para su ablandamiento y cocción.
En 1908 y 1909 se intentó buscar mercados en Asia, menos pudientes que los europeos pero que TENÍAN una población abundante que podía consumir la carne salada. Se intentó introducirlo en Japón y en las colonias holandesa de Sumatra. Pero los pueblos de oriente, tradicionalmente vegetarianos, no consumían carne y menos rojas. Los soldados coloniales preferían los enlatados.
También se intentó vender tasajo en Africa, lograndose exportaciones hacia la colonia portuguesa de Angola.
Los saladeristas buscaron su propia solución ante  los impuestos aduaneros de Brasil. Muchos se establecieron del otro lado de la frontera y de esa manera no pagaban impuestos de importación a territorio brasileño.
En 1913 había 11 saladeros del otro lado de la frontera brasileña, de los cuales 10 eran de orientales. Faenaban ganado de Uruguay y enviaban el tasajo a través del ferrocarril desde Rivera o el Cuareim hacia Montevideo desde donde se trasladaba hacia territorio de Brasil. Era la forma de burlar el proteccionismo aduanero de Brasil, pero a larga iba a desnacionalizar la industria saladeril uruguaya.
Otra medida que tomaron algunos saladeros fue la diversificar su producción. Por ejemplo el saladero de los hermanos Tabares, ubicado en el Cerro de Montevideo, compró maquinaria para procesar los desperdicios del animal (huesos, sangre, vísceras) y transformarlos en abono.
Pero estos y otros intentos de encontrar una salida para el futuro del saladero no impidieron que el estancamiento se transformara en crisis definitiva. La instalación de más frigoríficos a partir de 1912 (el primero fue en 1905) llevó al fin del saladero y del tasajo. Hasta ese año los saladeros exportaban más que el único frigorífico instalado en Uruguay; pero en 1913 los frigoríficos exportaron más que los saladeros.
En 1913 coincidieron el considerable aumento del valor del ganado por las compras de los frigoríficos con la caída de las exportaciones de tasajo debido a una crisis europea que afectó a los exportadores de productos tropicales como el azúcar, entre los que se encontraban Brasil y Cuba. Muchos saladeros no pudieron enfrentar la situación y cerraron; los que se mantuvieron entraron en una agónica decadencia.
Una de las consecuencias del cierre de los saladeros fue la desocupación. Particularmente fue afectada la zona el Cerro de Montevideo que era donde vivían los trabajadores de los saladeros que estaban también en la zona. A fines de 1913 un obrero describía la dramática situación: “Lo cierto es que por las calles de la Villa del Cerro y en muchos barrios del Pantanoso. Vaga de un lado para a otro el robusto brazo del peón de saladero, desesperado por no hallar ocupación donde ganarse el pan para sus hijos. Los frigoríficos no dan trabajo al criollo: prefieren al extranjero, al ruso, al austriaco, al griego, porque si se exceden en el trabajo no saben protestar; por eso la crisis de trabajo mantiene en la miseria a los obreros siempre fuertes y activos en las luchas saladeriles...”
La existencia de desocupados provocaba la caída de los salarios de los que aún tenían trabajo. La miseria se acentuaba por que el principal alimento, la carne, había subido de valor. Antes de 1913 un peón de saladero con una hora de trabajo compraba un kilo de carne; después de ese año necesitaba tres horas de trabajo para comprar ese kilo de carne.