CAMBIOS INTRODUCIDOS POR EL FRIGORIFICO
En
los países periféricos no sucede lo que en los imperiales, donde las
invenciones y descubrimientos responden siempre a una necesidad
económica, social o mental. En Uruguay, como el aporte técnico vino de
civilizaciones más desarrolladas, no siempre respondía a necesidades del
país. Por ejemplo el ferrocarril hizo más eficaz el transporte y
consolidó el poder del gobierno que podía movilizar más rápido al
ejército, pero en su momento de auge la economía rural no lo necesitaba y
si lo exigían los intereses británicos necesitados de hacer inversiones
y vender locomotoras y carbón.
El
Uruguay se podía ver beneficiado con los adelantos técnicos pero no era
él quien decidía que adelantos aplicar y cuando. Eso fue lo que sucedió
con el frigorífico.
El
establecimiento de frigoríficos en territorio oriental permitía acceder
a los consumidores europeos que pagaban un precio más elevado que el
abonado por los limitados mercados del tasajo, Brasil y Cuba. Ahora se
podía vender más cantidad y a mejor precio. Las crisis de
superproducción tan frecuentes en el campo uruguayo durante el siglo
XIX, por el desfasaje entre el consumo brasilero y cubano y la
reproducción de vacunos, iban a disminuir.
La
instalación de un frigorífico obligaba a una inversión de dinero mucho
mayor que la necesitada para establecer un saladero. El valor de las
instalaciones edilicias y de las maquinarias era la parte fundamental de
la inversión frigorífica; no era así en el saladero. En 1913, los 27
saladeros que había en el país poseían en total 27 máquinas a vapor, 7
motores eléctricos y 5 funcionaban con energía eólica (el viento). Entre
todos producían 459 caballos de fuerza. En ese mismo año los dos
frigoríficos existentes tenían 10 máquinas de vapor y 34 motores
eléctricos, con una fuerza de 1980 caballos de fuerza. Cada saladero
usaba un promedio de 17 caballos de fuerza mientras que cada frigorífico
necesitó 990, o sea 58 veces más.
La mayor tecnología usada por el frigorífico determinaba la contratación de ingenieros y obreros especializados, puestos
innecesarios en el saladero. Esto significaba que el frigorífico tenía
que
pagar mayores salarios a los trabajadores que eran más capacitados.
Pero en proporción a todos los gastos, el frigorífico gastaba menos en
salarios que el saladero, porque parte del trabajo se cubría con
maquinaria.
El
uso de máquinas influyó sobre el estilo de trabajo. Se perdió el
carácter artesanal del saladero. Los animales ya no se mataban a
cuchillo con derramamiento de sangre sino con un marronazo en la cabeza:
esta forma de matarlo era más segura y se aprovechaba mejor al animal.
La labor era más “técnica” y tenía menos vinculación con la labor rural
como pasaba con el saladero.
Con
el frigorífico se desarrolla en Uruguay la producción en serie. Para
las diversas operaciones desarrolladas en el frigorífico, desuelle,
descuartizamiento, enfriado, etc, era necesario el uso de la cadena de
producción y la división de tareas.
El
uso de máquinas le permitió al frigorífico ofrecer un producto más
sofisticado que el primitivo tasajo, conservando el gusto y las
cualidades de la carne fresca. Así pudo satisfacer el exigente paladar
del consumidor europeo. Además se podía aprovechar íntegramente al
animal. Además de la carne enfriada o congelada y del cuero, el
frigorífico utilizaba todo el animal que podía industrializar
directamente o vender a otra industria y obtener muchos productos: sebo,
jabón, cerdas, brochas, harina de carne, peines, botones, cepillos de
dientes, cuerdas de guitarra, fichas, dedales, aceite, lonjas para
tambores, abono, etc.
El
capital necesario para montar un saladero estuvo siempre al alcance de
la iniciativa individual de cualquier miembro de la clase alta rural. En
1913, los 13 saladeros que funcionaban lo hacían con un capital
promedio de 130 mil pesos cada uno. En cambio los dos frigoríficos
poseían en construcciones, maquinarias y terrenos, casi 2 millones de
pesos cada uno.
Incluso se podía arrendar un saladero sin necesidad de invertir
en su instalación. Se pagaba un alquiler anual y sólo había que
invertir en salarios y ganado. No era ese el caso del frigorífico. Dedicarse
a la industria frigorífica requería de una gran inversión y estaba
fuera de la posibilidad de la iniciativa individual de un miembro de la
clase alta. Había que asociarse para sumar el
dinero necesario para la edificación y las máquinas.
También
había que tener barcos frigoríficos y sino depender de los barcos que
pertenecían a las grandes compañías frigoríficas inglesas o
norteamericanas. Pero en caso de no tener barcos propios era necesario
asegurarse con tiempo las bodegas para poder enviar la carne. Había que
aprovechar los mejores momentos de consumo y para eso era necesario
tener siempre bodegas disponibles. En el caso de la carne enfriada no se
conservaba más de cuarenta días y como el viaje desde Uruguay a Europa
duraba cerca de un mes, el navío debía estar pronto para recibir la
carne en cuanto esta estuviera preparada. Esto llevaba a los
frigoríficos a contratar las bodegas con anticipación y por dos o tres
años, aunque después no se usaran.
La
distancia entre el productor y el consumidor ahora era mayor. El tasajo
se vendía a mercados que estaban a 3 o 5 días de navegación, pero la
carne refrigerada iba a Europa, casi 30 días de viaje. Además en el
envío intervenían más intermediarios. Con el saladero, entre el
estanciero productor y el consumidor, estaba el saladerista y el
comerciante que compraba el tasajo en Brasil o Cuba. Pero con el
frigorífico la cadena era más extensa: productor, invernador, empresa ferroviaria, frigorífico, compañía naviera, distribuidor, carnicero, consumidor.
Para
el saladero, la invernada era una alternativa, para el frigorífico una
necesidad. Para el primero el transporte no requería ciencia ni empresas
especializadas, para el segundo sí. El estanciero podía conocer el
precio del tasajo en Río de Janeiro, información que publicaba nuestra
prensa. Pero no tenía la más remota idea del precio final de la carne en
Londres y de cuanto era lo que ganaban los intermediarios.
Sólo
el gran capital estaba en condiciones de realizar tales gastos: las
instalaciones , la compra de ganado mestizo y asegurarse las bodegas de
los barcos. Esta actividad prácticamente quedaba fuera de las
posibilidades de los capitales uruguayos; si podían realizarla los
grandes trust frigoríficos norteamericanos con sede en Chicago.
Por
estas circunstancias los estancieros quedaron indefensos ante la nueva
industria. El gran capital requerido para el negocio de las carnes
congeladas o enfriadas en todas sus etapas (compra de ganado,
industrialización, transporte, distribución) colocó a los frigoríficos
en pocas manos: un monopolio.
Para
escapar del monopolio, los estancieros deberían fundar un frigorífico
15 veces más costoso que un saladero, comprar una flota frigorífica ya
que la existente estaba controlada por el monopolio. Luego, en
Inglaterra, tener una red de carnicerías propias, por que las existentes
también estaban en manos del monopolio. Era una tarea imposible, más
teniendo en cuenta lo poco inclinados a correr riesgos que eran la
mayoría de los estancieros uruguayos de mentalidad “arcaizante”.
En
teoría el frigorífico, dada la demanda de carnes aptas para refrigerar,
necesitaba animales mestizados. Se podía prever que era el estímulo
para la mestización del ganado vacuno y por lo tanto de las praderas
mejoradas necesarias para alimentarlo durante todo el año.
Pero
esto no sucedió con la rapidez que se esperaba. La lucha entre los
norteamericanos y los ingleses por tener el dominio comercial sobre los
territorios productores de ganado y luego la Primera Guerra Mundial,
crearon tal demanda, que no sólo el ganado mestizo se vendió.
Además,
al contrario de lo que se podía esperar, la demanda frigorífica ayudó a
mantener algunas de las características de la tradicional forma de
explotación. La mayor cotización del ganado vacuno que se obtuvo en un
primer momento, favoreció a la clase alta rural que lo criaba, no tanto a
la clase media rural que se dedicaba más al ovino. Sin haber realizado
una total mestización el ganado igual era vendido a los frigoríficos,
por lo tanto la mestización siguió siendo lenta.
La
ruina del tasajo y el predominio de las exportaciones de lanas y carne
congeladas significaba que Uruguay, definitivamente, había ingresado en
el mercado mundial dirigido por los países imperiales. El país ahora
dependía por entero de los países que podían pagar por esos productos,
Inglaterra y Europa Continental, alejando cualquier margen de maniobra.
No era lo mismo negociar con las potencias imperiales que con Brasil o
Cuba.
El
fin del tasajo y el aumento del valor de la carne por la refrigeración,
significó el fin de la carne barata en la ciudad y en la campaña. Los
compradores de tasajo, Brasil y Cuba, difícilmente compraran toda la
producción bovina; siempre quedaba suficiente cantidad de carne que se
volcaba al consumo local. Hasta ese momento se pagaba mejor precio en
Montevideo que en aquellos países, por lo que los mejores ganados se
faenaban para alimentar a la capital. Además el estanciero “a la
antigua”, caudillo, patriarca, rodeado de “agregados”, podía ser
generoso y hospitalario permitiendo que la carne, muy barata, fuera
consumida por quienes le rodeaban y servían. La carne podía tener más
valor social y político que económico.
Pero
eso cambia con el frigorífico donde la carne pasa a ser la protagonista
desplazando al cuero. El precio de la carne aumenta y ya no depende de
la demanda de Montevideo sino
de
los precios que se pagan en Londres. El hombre de campo que no tiene
campo propio ni ganado, ya no recibe carne regalada, porque no hay más
carne barata. El estanciero ya no regala nada y se olvidan las
costumbres hospitalarias. El salario es la única relación posible entre
el estanciero y los que nada tienen: podrán ser peones pero no
agregados.
Otra
modificación tiene que ver con el predominio nuevamente del vacuno
sobre el ovino. La oveja, por requerir menos campo, siempre fue el
soporte de la clase media rural y aún de pequeños propietarios. El
vacuno, que necesita más campo, es privilegio de los grandes
propietarios. El frigorífico, al impulsar la cría de vacunos, dio más
poder económico a los grandes estancieros, haciendo de ellos el grupo
dominante en la campaña, aunque su número fuera escaso frente a los
medianos y pequeños propietarios.
Según
los historiadores Barrán y Nahum, esto último tuvo importantes
decisivas consecuencias políticas. Expresan que los grandes estancieros,
conservadores y opuestos a cualquier innovación política que afectara
sus intereses, frenaron las reformas de José Batlle y Ordóñez. Lo habían
apoyado en su primer presidencia al ver en él al gobernante de orden y
la paz que había liquidado las revoluciones de Saravia tan funestas para
sus intereses económicos. Pero cuando en la segunda presidencia Batlle
lanza un programa de importantes reformas sociales y políticas, los
grandes hacendados, robustecidos en su riqueza y poder por el auge del
vacuno, se resisten y enfrentan las reformas. Ya no ven en el Batllismo
el partido del orden sino de la conmoción y apoyan al sector colorado
riverista (opuesto a Batlle) y al Partido Nacional. Las reformas
emprendidas por Batlle se detienen cuando el Batllismo es derrotado en
la elecciones para elegir una Asamblea Constituyente en 1916 y el
presidente Feliciano Viera lanza su “alto” a las reformas.
(Resumen de Historia Rural del Uruguay moderno, de José P. Barrán y Benjamín Nahúm)
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